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ENSAYO
SOBRE LA FORMACION
DE UNA
CLASE-MEDIA
POR
FRANCISCO BAUZA
MONTEVIDEO
IVPREXTA DE «EL XACTOXaT.'
1870
SALA URUGÜj
BIBLIOTECA NACION
PREAMBULO
¡Veintidós siglos hacen que Aristóteles escribía: «Los
grandes estados están ni ¿nos espuestos á los movimientos
populares. ¿Porqué? Por que la clase média es allí nume-
rosa. Pero las pequeñas ciudades están frecuentemente
divididas en dos partidos. ¿Por qué? Porque nó se encuen-
tran allí mas que pobres y rícoá, es decir estreñios y no
médiosl» Esta profunda verdad del filósofo de Stajira ha
sido confirmada por el trascurso de las edades, y ha de-
mostrado además la solidaridad que vincula á los pueblos
al través de las distanciasque losseparanenel espado. y del
respectivo olvido á que parece lanzarlos con su indiferén-
cia el tiempo. Nuestro saber político recibe aquí una gran-
de lección de la historia: las mismas causas que obstaculi-
záronla constitución sólida de las repúblicas griegas, son
lasque impiden hoy el desarrollo total de las repúblicas
sud-arnericánas. Ignorancia ó despotismo arriba ; esclavi-
tud ó miseria abajo : he aquí lo que perdió a la Grécia re-
publicana, y lo que tal vez puede perdernos á nosotros. La
cuestión que nuestros padres plantearon y resolvieron en
el terreno político, la encontramos ahora esperando una
nueva solución en el terreno social. Obtener la indepen-
dencia de la República fué el propósito deliberado y con-
seguido por nuestros mayores : radicar esa independencia
fundando definitivamente un gobierno y asimilándole á
un órden social permanente, es el problema que se plan-
téa hoy por sí mismo para decidir la suerte de la Nación.
- 4 -
Cuando el presentimiento de las aspiraciones nuevas se
diseña en la rejion de las ideas, queda todavía una larga
época de elaboración intelectual para los propagandistas
y los reformadores teóricos : cuando la teoría ha hecho ca-
mino y se presenta accesible de abordar el terreno polí-
tieo para establecerse 4 en la práctica, entonces empiézala
lucha de los partidos y la controvérsia de los sistemas: pero
cuando esta última lucha ha concluido y las cuestiones
descienden al terreno social, entonces no hay posibilidad
de espera, porque aquello que empezó por una aspiración
vaga, concluye por ser una necesidad positiva y se eleva
á la categoría de un peligro público. Nosotros hemos lle-
gado á esta situación. Después de cuarenta años de revolu-
ciones y de ensayos el pueblo ha pedido la libertad en el
orden, sin que nos sea posible negarle lo primero ni ase-
gurarle lo segundo, puesto que el orden requiere la estabi-
lidad política, y entre nosotros la estabilidad no existe.
Se confirma la aserción de Aristóteles: el desequilibrio so-
cial labra la ruina de la República. Desde que no hay una
clase inedia capaz de contrabalancear las aspiraciones de la
primera clase social y de la última, el equilibrio desapa-
rece y la anarquía se presenta para recojer el fruto de la
victoria. Se dice todos los dias que entramos al camino de
la reconstrucción, pero podemos estar abocados sin saber-
lo al cataclismo de la d ¡solución.
El largo debate entre la superioridad de las institucio-
nes y la prepoténcia de las individualidades políticas se
ha cerrado ya: la victoria moral para algunos, esta del la-
do de las instituciones: el triunfo material esto no obstan-
te, ha sonreído á los individuos. Pero la cuestión afecta hoy
una nueva forma y asume proporciones alarmantes: ni
las instituciones ni los individuos podrán sostenerse si la
sociedad no se reorganiza. El mal que nos aqueja no es ya
una efermedad transitoria, es un mal social. La gestión
absolutamente política de los negocios toca á su término,
diseñándose vigorosamente la érade las reformas sociales
que son esperadas con impaciencia para echar las bases de
una organización nueva. El camino está abierto y los ele-
mentos sobran: el porvenir nos dirá si también han sobra-
(lo los hombres capaces de utilizar esos elementos provi-
dencialmente esparcidos á nuestro alcance, por efecto de
la descomposición que se verifica en todos los ámbitos de
esta sociedad desquiciada á impulsos de una época de
transición. A vueltas de tantas perturbaciones el senti-
miento público empieza ádefinirse, para formular sus re-
clamos en un programa tan sencillo como la solución á que
aspira. Basta de divisiones eslremas disputándose el poder:
venga unaclasesocial intermediaria que ponga á todos en
orden y déá cada uno lo que le compete. Tal es la nece-
sidad imperiosa del momento: por nuestra parte hemos
tratado de hacerla bien comprensible en este escrito-, á la
luz de las enseñanzas de la Economía política y de la His-
toria.
Montevideo, Junio de 1876.
1
La ley del desarrollo es el trabajo: toda vez que el
hombre se abandone a los instintos de holganza eon que su
naturaleza le incita, está seguro de cae/ en la postración
y la miseria. A pesar déla repugnancia con que el trabajo
es mirado por el ser humano, la necesidad le empuja á
afrontarlo y siempre que se vé urgido entre la satisfacción
de exijéncias imprescindibles ó la supresión de un esfuer-
zo, opta por lo primero y trabaja para quitarse una pena
mayor con otra que es mucho menor. El instinto de conser-
vación, sentimiento poderosamente desarrollado en el ser
racional, le predispone á observar una conducta adecuada
al império con que sus necesidades se le imponen y á la
exijéncia con que sus goces le convidan, siendo así que re-
parte proporcionalmente su tiempo para satisfacer á las
unas y revivir en los otros. Todo hombre sabe que si no
trabaja sucumbe. Colocado en la disyuntiva de hacer es-
fuerzos ó morirse de hambre, el hombre sacrifica el repo-
so á la satisfacción de una necesidad perentoria y solo des-
pués que la ha llenado se entrega al descanso. Este des-
canso es indudablemente un placer, pero el instinto de
conservación le avisa de antemano que semejante placer
es muy poco duradero cuando el dolor del hambre está
tras de él, y la reflexión por su parte también le dice que
si se entrega por completo á la holganza, llegará un mo-
mento en que ni fuerzas tenga para trabajar y entonces
morirá indefectiblemente. Es así que el hombre trabaja
impulsado por la necesidad y no inducido por el goce que
pueda encontrar en la actividad de sus esfuerzos, desde
que cada esfuerzo verificado le cuesta una pérdida de re-
poso bien sensible á su naturaleza.
Empéllanse algunos autores en demostrar que el hom-
bre ha nacido con predisposiciones muy marcadas al tra-
bajo, y que encuentra en*l, verdadero placer y completa
satisfacción á sus instintos. La esperiéncia prueba Jo
contrario, pues la humanidad misma acordando el premio
de la virtud al hombre trabajador, indica que mira en él
á una individualidad capaz de vencer las resistencias que
le opone su propia naturaleza : si el trabajo fuera un pla-
cer, nadie se acordaría de mencionarlo en sus semejantes
como un título personalmente diguiücador. Por otra parle^
todo converge á demostrar que el hombre trabajt* por ne-
cesidad y se esfuerza en conseguir el descanso <|ue, es su
aspiración mas pronunciada : el viro que atesora ni su
juventud, pretende el descanso en la vejez: el padre que
forma la fortuna de su familia, aspira á que sus hyos tra-
bajen ménos cuando lleguen á la edad viril. Es indudable
que la costumbre del trabajo dá una dirección enérgica á
las facultades del hombre, y llega á crear tanto en su es-
píritu como en su cuerpo cierta aptitud cuyas exijéncias
satisface mas larde con placer: pero este hecho bastante
general no importa una predisposición positivcudei ser hu-
mano ai trabajo, ántes bien, solo indica la fuerza de sus
necesidades y la intelijénciadesu raciocinio, cuya previ-
sión llega á vencer hasta las mismas condiciones desfavora-
bles con que el ser racional nace á la vida. El trabajo es pa-
ra el hombre una pena, pero mayor pena es el hambre, y
entre dos sacrificios, pretiere el de su reposo en cambio del
de su vida. He aquí cómo el instinto de conservación tras-
forma en activo á un ser de tendencias completamente es-
tacionarias.
— 8 —
Por lo que queda espresado puede calcularse la laborio-
sa gestación en que han vivido las sociedades humanas*
antes de encontrarse formadas y aptas como lo están en el
dia para gobernarse según sus aspiraciones de progreso.
Fué necesario que el hombre se venciéra primeramente á
sí mismo para disciplinarse en laecueladel trabajo : des-
pués necesitó vencer las preocupaciones de gran parte de
sus semejantes engreídos por las utilidades que conseguían
á costa del trabajo ajeno : y por último se formaron las so-
ciedades sobre la división estricta de las clases, pues era
ya tiempo que no se confundiesen el que ganaba el pan con
con el sudor de su frente, y el que lo comía por derecho
de casta . A la división de las clases se siguió su rivalidad :
á la rivalidad sucedió el dominio de una sobre todas. En
la lucha de las aspiraciones al bienestar, tenía que vencer
á la larga aquella clase social que mayores riquezas pudie-
ra obtener por acumulación, y como nadie sabe ahorrar
mejor que el que conoce prácticamente las dificultades
de adquirir, fueron los trabajadores mas asiduos quienes
llegáron á poseer los capitales mas grandes. De aquí pro-
viene el oríjendeesa clase-média que ha destronado en
Europa la gerarquía de los ráncios pergaminos para susti-
tuirla por la gerarquía del saber, en las ártes como en las
ciéncias, en la administración como en el comércio. Con-
viene estudiar por qué razón no se ha formado entre noso-
tros esa clace social que es la preuda de una organización
pública acabada, investigando al mismo tiempo cuáles
pueden ser los medios adecuados á provocar su desa r«
rollo.
La República del Uruguay forma parte integrante de
ja gran familia de los pueblos que se designaron con el
nómbre de colonias hispanoamericanas : su descubri-
miento y conquista al igual del de todos, se verificó por
hidalgos y caballeros que militando en España bajo las
banderas de Fernando V ó de Cárlos, traían á estos pue-
blos los vicios y las virtudes de su tiempo. Gran despré-
cio al trabajo, mucha sed de oro, una superstición relijiosa
inconcebible, un valor guerrero sin límites y una audácia
á toda prueba; tales fueron las dotes de los conquistadores
y primeros pobladores de estas rejiones. El carácter de
los padres se trasmitió álos hijos: con la fuerza de una
sangre vigorosa bien podia formarse una raza que no des-
mereciera ni en las aspiraciones ni en los gustos con la de
los fundadores. Andando el tiempo, las colonias trasfor-
madas en naciones sacudieron el yugo de la metrópoli,
perosi el poder español se fué, las costumbres de la aris-
tocracia que nos había gebernado quedaron. Nos encon-
tramos el dia siguiente de la emancipación con que Oramos
un pueblo de caballeros, completamente desdeñosos de lo
que pudiera ennegrecer nuestras manos, y tan hábiles en
decir galanterías y en buscar proezas como fecundos en
inventar medios que revelasen la elevada alcurnia de
nuestra ascendencia. El tiempo nos hizo pagar bien caro
esta propensión pueril de nuestras tradiciones de abolengo
llegando a encontrarnos poseedores de grandes feudos
territoriales que nada producían porque nadie los cultiva-
ba, pero que persistíamos en sostener por un resto de
aquel orgullo feudal que la España httbía fomentado en
nuestros abuelos con sus donativos de encomiendas, y sus
jargas mercedes de tierras. Como corolario de todo esto
ha resultado, que sin amor al trabajo y sin industria, la
República rica por su territorio pero pobre por sus pro-
ducciones ha caminado desde el dia de su independencia
hasta hoy, entre desgracias y catástrofes mas de cuarenta
años de su vida.
No por que la esperiéncia haya hecho evidente la pro-
fundidad de estos males, se ha tratado con ahinco de po-
nerles remédio. La Nación ha marchado como ha podido,
y los gobiernos, careciendo de elementos radicalmente
adheridos al orden en que apoyarse, han gastado su tiem-
po defendiendo el poder que el partido vencido ha tra-
tado siempre de escalar. Por todas partes ha resonado el
ruido de las luchas políticas, conmoviendo los espíritus y
apocando el ánimo de las poblaciones trabajadoras con la
incertidumbre del porvenir. Así es que nuestros progre-
se» se han verificado del modo mas ilójicoque pueda su-
ponerse: unas veces son las dictaduras irresponsables
quienes promueven el adelanto material 6 intelectual
10 —
del pueblo, consiguiendo pasmunos resultados en brevísi-
mo tiempo; otras veces son los gobiernos regulares quie-
nes se oponen al desarrollo natural de los adelantamien-
tos sociales, provocando discusiones estériles y contra-
tiempos inesperados en los casos mas fáciles. La huella de
esta intermitencia se ve estampada en la fisonomía ma-
terial de todo el país: al lado del mísero rancho que se
ostenta como una tristísima muestra de la civilización
primitiva, pasa precipitado el ferro-carril que enlaza en
medio de largas distancias á pueblos";bien apartados : si
aquí se vé una ciudad, es necesario correr cuarenta lé-
guas á la redonda para encontrar otara, sin que puedan
abrigarse esperanzas de descubrir en el intermedio pobla-
ciones que marquen la gradación del progreso difundido
de pueblo á pueblo. En los grandes establecimientos de
campo donde las vacas se cuentan por millares, no se en-
cuentra otro sistema industrial que el primitivo procreT)
voluntario de los animales, distribuidos á la ventura por
su propio instinto.
Con motivo de la inseguridad permanente á que el füás
se halla sometido, nadie se crée autorizado á dar una
vasta circulación á los capitales : quien más quien me-
nos, desea labrarse un pequeño patrimonio para comprar
una casa y evitarse deesa suerte el andar comprometido
en negocios de industria, á los cuales se les llama con to-
do el desenfado de los resabios caballerescos, quebraderos
de cabeza. El mecanismo de los bancos hipotecarios que
debia ser vulgar en un pueblo donde la propiedad raíz es
la única caución de que ee dispone para los negocios, per-
manece tan desconocido como una ecuación algebraica
en las tribus de la Pampa. La agricultura anda en el pen-
samiento de muchos, pero apenas si se atreve á asomar su
esbelta cabeza en algún palmo de tierra abandonada. Na-
die quiere eer ni fabricante ni agricultor en estos tiem-
pos, unos por miedo á lo que vendrá y otros por temor al
qué dirán. Tenemos millares de leguas de tierras baldías
que se prestan á todos los cultivos, y sin embargo com-
pramos trigos á Chile y papas á la Francia. Tenemos mi-
llones de novillos y de ovejas, y la Europa nos envía el
-li-
mero curtido para nuestros zapatos y los paños para
nuestros trajes, porque de otra manera andaríamos con
igual vestimenta á la de los indios primitivos de estas
tierras, lo que vale decir que no usaríamos ninguna*, Los
mas insigniticantes procedimientos de la' industria nos
son totalmente desconocidos: si la Europa nos cerrase
sus puertas, pereceríamos de necesidad i sarde la falsa
cuenta que llevamos de nuestras riquezas, de nuestra sa-
biduría y de lo'que siempre estamos meditando hacer.
Nuestro saber intelectual corre parejas con nuestro
adelanto material. Tenemos escuelas primárias gratuitas
donde se aprende á leer y escribir, y una Universidad
gratuita también en la cual se aprenden las profesio-
nes de agrimensor y de abogado» Ningún otro taller inte-
lectual donde el espíritu de la juventud pueda espandirse
en las rejiones del saber humano, ha sido instituido pol-
los gobiernos ó los particulares. Puede llegar momento
en que los abogados y los agrimensores del porvenir, nos
sorprendan con la novedad de un espectáculo- de pujilato
emprendido con motivo de los centenares de cdlegas que
la Universidad les lance con su insaciable afán: tendre-
mas la concurrencia áéipró y el contra, y las batallas del
«*4" & Con estos procedimientos se concibe muy clara-
mente que léjos de formar una sociedad ordenada, esta-
mos echando los cimientos de una asociación desorgani-
zadora. Así es que la Nación en tantos años de existencia
como cuenta no se conoce é sí misma : ni han procurado
escribir su historia, ni se ha enseñado su geografía, ni se
han medido sus montañas, ni se han trazado sus caminos,
ni se ha hecho otra cosa que reñir, á veces con provecho
pero siempre con un rencor estraordiuario, por cualquie-
ra cuestión y en todas las circunstáncias. El mas grande
de todos los obstáculos para el progreso nacional, es ne-
cesario decirlo por mas dura que sea la declaración, he-
mos sido nosotros mismos : á nuestros estravíos debe el
país su precaria actualidad presente, y tal vez todos los
sinsabores que le esperan en un porvenir demasiado ne-
buloso para que pueda abrirse juicio sobre él.
Tan amarga es la lección de la esperiéncia en este caso,
SALA URUG
„,vt
- 12 -
que parece llegado el momento de aprovechar sus ense-
ñanzas: ningún hombre sensato medianamente encariña-
do á las instituciones libres, puede mirar con indiferén-
cia la defectuosa condición social de un pueblo cuyas
querellas continuas están labrando su ruina. Ni los frutos
de la libertadora los goces lejítimos de una existencia
tranquila pueden cosecharse sobre una tierra volcanizada
por las revoluciones, donde los elementos conservadores
del orden se vuelven á cada instante contra el orden
mismo. El sentimiento público se ha desviado de la»
huellas naturales donde debían encaminarle el deseo de
la prosperidad y de la paz, para lanzarse á la agresión
airada con que el estravío de las pasiones convida siem-
pre á los espíritus en efervescencia. El hombre de trabajo
a quien una conmoción y otra han concluido por arreba-
tarle su bienestar y su fortuna, so convierte por la deses-
peración en un enemigo mas de la estabilidad. Cunde el
mal ejemplo en todas las clases.» y cada uno deja al cuida-
do de quien le sigue en el orden de la desgracia, el tra-
bajo de buscar los medios que sirvan para ponerla un fin.
La intensidad del peligro á que la Nación queda sometida
es incalculable: en lo que dice relación con los negocios
políticos hay motivos bastantes para esperar que la fé en
las instituciones democráticas se pierda, puesto que es a
la sombra de ellas que todos estos males se producen: en
lo que concierne al orden social, nada mas desconsolador
que e m i subversión de principios y esta instabilidad de
situaciones que paralizan el trabajo, matan la industria y
constituyen una verdadera negación del progreso. A se-
guir por la misma huella de la manera conciente con que
empezamos a hacerlo, concluiremos por consumar todas
las inmoralidades.
Rajo pretcstode que los intereses materiales prostitu-
yen el alma con la pasión de un positivismo detestable,
estamos formando una escuela de sofistas que concluirán
por santificar la haraganería. Si el progreso material se
efectúa y á su consecución tienden todos los esfuerzos de
las sociedades modernas, no es porque la sociedad esté
pervertida ni porque su ideal sea el becerro de oro, sinó
10
porque en Jos adelantos materiales radica la fuerza de la
espécie luí mana, y a medida que el cuerpo se libra de las
incomodidades de la miséria, el alma se espande con mas
ahinco en las rejiones del pensamiento. < Alina sana
en cuerpo sano > dice una máxima que ya no está en
l>oga, y esta verdad reasume la idea que guía los esfuerzos
sociales. Arránquese de la miséria en que viven á los
proletarios europeos ó álos rotos de Chile, póngaseles en
aptitud de habitar una vivienda cómoda, de leer libros
instructivos en las horas de reposo, de trabajar en lim-
pios talleres en las horas dedicadas á la fatiga, y se verá
como esas intelijéncias se digniíican y esos espíritus con-
turbados por groseras ideas se aquietan y se espanden.
Por otra parte, no es posible que la sociedad rejida por
leyes eternas, asentada sobre bases incon movibles, guia-
da por principios que han salvado incólumes de todas las
revoluciones, pueda equivocarse en la concepción desús
destinos y permanezca siglos y siglos persiguiendo ideales
que no se encuadran con la solución definitiva de su feli-
cidad futura. Habría nlgo de profundamente ilójico en hi
obra del supremo Creador si los instintos del ser racional
no fueran la espresion de la voluntad divina, ni traduje-
ran los sentimientos predominantes en el hombre bajo
todas las latitudes y en cualquiera de los países do se en-
cuentre. Seria absurdo que el instinto de conservación
no diese oríjen al deseo de conservarse ; que el senti-
miento de lo desconocido no hiciese nacer el deseo de sa-
ber y progresar; que la ambición á un lejítimo reposo un
estimulase al trabajo, al ahorro, á la econo i.ía en el pre-
sente, para dar lugar á los goces en lo futuro. El hombre
viviría bajo el poder de una tiecion despreciable si todo
loque siente, desea y quiere en lo íntimo de su alma, si
todo lo que su razón no rechaza ni su conciencia condena
le fuera perjudicial en la vida, y llegase un dia en que de-
biera convencerse de haber errado acatando loque erée
justo, moral, digno, providencial, útil. No ! la sociedad
no se engaña cuando trabaja y cuando ahorra, porque en
las riquezas que acumula hoy, está el bienestar de las ge-
neraciones de mafiana.
- 14 -
Bien que los goces de la tierra sean pasajeros y nuestra
morada en ella transitoria^ no por oso dejamos de cum-
plir la misión que ((Miemos: nacidos bajo el imperio de
la ley del sufrimieato y el trabajo, aspirarnos por contra-
posición á los goces y al descanso. Tal vez esos goces no
sean completos ni con mucho, es probable que ese des-
causo sea harto bréve ¿pero qué hacer si no nos es per-
mitida otra cosa ? Se pregunta á la Economía política la
razón de tantas pénas y tan exiguas compensaciones ; se
la acusa de no dár solución al problema del destino del
hombre así en su faz visible como en la faz oscura que la
muerte vela ¿ y puede ella responder satisfactóriamen te ?
¿podría álguien hacerlo en su lugar? Toctos las ciencias
tienen por obgetivo la investigación de la verdad, pero la
verdad no se revela á los esfuerzos de la intelijencia hu-
mana sinó hasta cierto límite: mas allá de la valla
opuesta a nuestras facultades, todo es impenetrable. Con-
tentémonos con observar lo visible, con estudiar los he-
chos para deducir las consecuencias que de ellos se deri-
ven, pues á esto se reduce nuestra misión. Si el hombre
está destinado al sufrimiento y al trabajo en la tierra,
cuanto ménos sufra y ménoa trabaje mayores serán sus
goces. El progreso económico tiende á realizar este ideal,
tiende á disminuir las pénas aumentando las satisfaccio-
nes 1 luégo, bendigtmos ese progreso que redime de la mi-
seria á nuestros hermanos*
En hora buena crean los moralistas que la adquisición de
las riquezas prostituye el alma, ellos que escriben seme-
jantes cosas al abrigo de sus necesidades materiales satis-
fechas: en hora buena haya pretendidos estoicos que en-
galanados con magní lieos trajes van predicando por los
salones la prostitución del siglo, ellos que son apóstoles
en cuya propaganda brilla el ejemplo por su auséncia : lo
cierto es que tan vulgares proposiciones no pueden hacer
éco entre gentes sensatas. El progreso material de la hu-
manidad es lójico porque obedece ásus instintos propios
v do contradice sus tendencias. Si la existencia humana
no reposáis sobre bases completamente materiales, si
el alma de cada hombre noíuí'se una fuente inestinguible
- 15 -
de deseos, se comprende y se esplica que el trabajo, fuera
una pena inútil, que la adquisición délas riquezas fuese
un acto de avaricia y que todo hombre deseoso de traba*
jar y de adquirir, no representára mas que una sórdida
conjunción de intereses mezquinos a tropel lándose por sa-
ciar bastardas aspiraciones. Pero cuando se considera que
la ley del trabajo es la condición ineludible de la vida, que
aquel que no trabaja no come y el que no come muere*
es grotesco atacar esa tendéncia de la humanidad á poseer
bienes materiales en cuya adquisición vá su existencia, y
de cuyo ahorro depende su bienestar futuro.
Además, fuera de la riqueza ¿ hay alguna otra combina-
ción que pueda concluir con la miseria ? A aquel que su-
ffe hambre ¿se le mejorará de condición sin darle ali-
mentos? Al que sufre frió ¿ se le podrá consolar sin dar-
le ropas ? La miseria .es la abyección : abyección del
cuerpo que se debilita, se quebranta, se envicia: abyec-
ción del alma que se materializa, se empequeñece, pierde
la conciencia de su ser, y se atrofia en el lodo de las pasio
nes brutales. Elíjase desde luégo éntrela misériaque en-
vilece ó la riqueza que cura la miséria ; entre el malestar
del cuerpo y del espíritu que producen la caída del hom-
bre, ó el bienestar de ambos que dignifica sus pasiones y le
devuelve la conciencia de su superioridad. Los ejemplos
de la esperiéncia prueban demasiado que la humanidad
no se equivoca cuando tiende á adquirir riquezas por me-
dio del trabajo : ahí están las razas indias con sus preocu-
paciones reí ijiosas de inmovilidad y de «terna contempla-
ción del infinito, sumidas en la mas criasa ignoránciay la
mas deplorable miséria. Ellas creyeron que era mejor es-
tar sentado que de pió, acostado <jue parado, muerto que
acostado, y por premio á sus desvelos no encuentran hoy
otra herencia que la pobreza, la esclavitud, la ignorancia,
y en suma, la postración del espíritu y el desprecio por
sí jnismas. Después de todo ¿ podrá acusarse á la sociedad
trabajadora de ilójica cuando tan firmemente se ha con-
ducido, y se la podra tachar de egoísta cuando tanto se
esfuerza ella por encontrar el remédio de sus males den-
tro de sus propios recursos? El hombre orando rinde un
- 16 -
homenaje á I)io>. pero el hombre trabajando demuestra el
•acatamiento práctico de las leyes del Creador, la confor-
midad con su destino y el cumplimiento de los deben-
que se impone á sí misino en virtud de esas leyes. Sean
cuales fueren las acusaciones que se hagan y las dudas
que pretendan suscitarse, el progreso económico es la es-
presión del cumplimiento de un plan providencial cuya
tendencia visible conspira á minorar los sufrimientos ge-
nerales, universalizandoel bien. A medida que la socie-
dad progresa, la miseria retrocede : á medida que el bien
se estiende, el mal se restringe y los destinos del hombre
empiezan á vislumbrarse en una esfera mas dilatada.
Un espíritu exajerado podrá encontrar tal vez mucho
de positivo y poco de ideal cuesta clase de razonamientos
pero las necesidades humanas que solicitan pronta sat is-
faccion por médio de hechos y no en virtud de palabras,
tienen un modo de espresarse demasiado enérgico para
que no conviden á serias reflexiones en virdud de sus re-
clamos. Lanzado el hombre á la tierra en estado de des-
nudez y de miseria encontró aquí abajo todo cuanto nece-
sita para su sustento, pero se ha visto precisado á buscar
en la escasez de sus fuerzas los elementos conque vencer
á una naturaleza tan rica en dones como rebelde á las sú-
plicas. Toda la vida del ser racional está destinada al
trabajo, y las generaciones que se suceden no dejan otro
rastro trás de sí que el de una conspiración constante de
la intelijéncia contra la materia, déla labor activa del
hombre contra ht esquivez de los dones naturales, de la
miseria fatal de la humanidad contraía riqueza exuberan-
te de la naturaleza creada. Y lo que se relaciona con los
individuos es igual á lo que concierne á los pueblos, que no
son otra cosa <p¿e una agrupación de individualidades.
Es imposible prescindir de la riqueza individual cuando
se quiere tomar en cuenta la riqueza pública, única condi-
ción de libertad para las naciones* Por que es cuestión
averiguada que un pueblo arruinado es un pueblo esclavo;
mientras que uu pueblo opulento no esta sujeto ni á los
vejámenes de los estraños á quienes nada debe, ni á las su-
jestiones de los partidos sin pudor que todo se lo prome-
- 17 -
ten á cámbio de revoluciones, y nada le cumplen después
que han escalado el poder público*
En presénciade la cruel situación que nos agóbia, es
necesario que el país se esfuerce por entrar en las vías re-
gulares de una labor ordenada* Todos nuestros conatos
deben tenderá la estimulación y al fomento del trabajo,
para que se forme definitivamente una clase-média social
que hoy no existe, y cuya falta se hace mas sensible á me-
dida que los trastornos políticos se tornan inevitables en
períodos cada vez mas cortos. Si no rompemos con las
tradiciones de caballeresca holgazanería que han conclui-
do por traernos al estado presente, quedaremos relegados á
una inferioridad muy dolorosaen el órden social y político,
cuando queramos establecer paralelos entre los pueblos
que nos rodean y el nuestro. La Nación necesita entrar en
el camino de grandes reformas: necesita traer inmigrantes
escojidos que foimen un núcleo respetable de obreros in-
telijentesy de agricultores adelantados : necesita fundar
escuelas de cormercio que nos prepáren comerciantes só-
lidamente instruidos ; necesita fundar escuelas de ártes
y oficios que nos eduquen una generación de obreros y ar
tífices : es necesario un número de ingenieros civiles y
agrónomos, que no puede obtenerse si no se funda una
escuela de ingeniatura. Hay necesidad de reformar nues-
tras tarifas aduaneras, libertando álos frutos del país de
los enormes derechos con que se les ha recargado, a fin de
fortalecer el poder productivo nacional. Hay urgéncia en
que se funden bancos hipotecários, para dar movilidad á
jos capitales estagnados entre los cimientos de la propie-
dad raiz : es urgente también que los distritos agricultores
puedan encontrar alivio á sus cargas por médio délos ban-
cos rurales quese establezcan enellos. Ningún estimulante
debe dejarse eu olvido para conseguir la victória del tra-
bajo, sobre las costumbres de holganza que desgraciada-
mente nos arruinan: desde la formación de jardines pú-
blicos donde se ensaye el cultivo de la plantas y semillas
útiles, hasta la creación de establecimientos especiales
donde se ensaye el cruzamiento y la mejora de las razas ani-
males, todo es conveniente. Pongamos mano á la obra con
o
- 18 —
energía, por que la necesidad do hacerlo es apremiante.
Todas las naciones delmundo, como vamos á demostrarlo
en seguida, han tenido que refujiarse en el trabajo asiduo
y constante para asegurar su libertad ; y cuando no lo lian
hecho, han caido en la mas triste esclavitud.
1)
El desarrollo progresivo déla clase-média al través de
las vicisitudes del tiempo, es el episodio mas interesante
que puede ofrecerla historia de la humanidad. Esa lucha
del trabajo contra todas las estorsiones, esas victórias de
la industria contra el poder militar de los potentados, son
espectáculos que confortan el espíritu y demuestran á las
intelijencias pensadoras cuán profundo es el surco queá
vueltasde insistente perseverancia ha podido hacer en la
tierra el progreso humano. Vamos á asistir por médio de
una rápida ojeada histórica, á la formación, al progreso y
al triunfo de la clase que en su enfático lenguaje designa-
ron los políticos del siglo XVI con el nombre de tercer es-
tado, y el cual sin que ellos lo presumieran traía en gér-
men todas las reformas sociales y todas las concepciones
del derecho moderno que hoy constituyen el programa de
las sociedades nuevas. Se puede admirar en el curso de
esta evocación á lo pasado, la perseverancia gloriosa con
que los pueblos prosiguen las huellas á veces sangrientas
y á veces luminosas del progreso, sin que las interrupciones
impías del despotismo sean suficientes á estinguir el es-
fuerzo de la voluntad humana, que a semejanza de Anteo
- 20 -
se levanta con nuevo vigor cada vez que la derrota la
vuelca sobre la arena de la lid. Bien que en algunas épo-
cas la magnitud de la opresión gubernativa sea tan es-
tensa que deje percibir apénas la posibilidad de vivir
bajo su yugo, no por eso los pueblos se detienen en la
prosecución de su camino; y si en una parte del mundo
mírase languidecer el ánimo de la humanidad que pro-
gresa y trabaja, en recompensa se siente el movimiento
contrário en cualquiera otro estremo donde la libertad
de acción es permitida. De todo esto se desprende una
elevada íilosoíía que demuestra hasta qué punto es po-
deroso el hombre, cuando dueño de sí mismo opone la
virtud del trabajo constante y asiduo, á las maquinacio-
nes de todas las tiranías y á las absurdas combinaciones
de los sistemas retrógrados. La formación y el desarrollo
de la clase-médiaque vamos á bosquejar á grandes rasgos,
es una lección filosófica que deben aprender todos los
pueblos, porque la causa que en ese largo período histórico
se debate, es la causa déla humanidad'.
La antigüedad mas remota no nos presenta ejemplos
sobre los cuales pueda fundarse una apreciación exacta
de las cosas, á causa de la exageración de las opiniones y
de la vaguedad de los datos que constituyen la base de los
trabajos legados por los primeros historiadores. Epocas
de latrocinio y de conquista donde el criterio de la huma-
nidad se formaba por la adoración de la fueraav-Ébftion
los tiempos primitivos de la sociedad los que puedan
prestar un esclarecimiento mas seguro á las investigacio-
nes científicas. Se sabe sin embargo que el péscatelos
tributos estaba en razón directa de la ignorancia de los
tiempos, y que la carencia de un orden regular en el go-
bierno hacía de las nacionalidades un conjunto dividido
en esclavos y señores. Los pueblos antiguos empezáron
como tribus nómade» que abajando desde el Hwte y el
Oriente hácia el Mediodía y el Oeste, dominaron otras
tribus allí existentes : luciéronse dueños de los domina-
dos; individualmente les esclavizáron, colectí?»ni^Bl4e
les hicieron tributarios, y he aquí los dos primeros gran-
des elementos de las antiguas imposiciones. Mas adelan-
- 21 -
te, la esplotacion por esclavos de las minas de metales
finos fué otro manantial de riqueza para los dominado-
res» Por manera que los primeros impuestos que el mun-
do reconoció fueron la esclavitud, el producto de los
pueblos sojuzgados y las minas (1). No es difícil com-
prender desde luégo que las contribuciones basadas sobre
tales elementos acusan una ignorancia completa del árte
de gobernar á los hombres equitativamente. En las so-
ciedades antiguas no habia un elemento intermediario
entre las clases elevadas y el estado llano, que contuviese
los avances de las primeras y neutralizase la miseria del
último : todo se reducía á ser amo ú esclavo.
Cuando se formáron los grandes impérios que reasu*
mieron las tribus errantes y las pequeñas nacionalidades
para darlas una forma mas consistente y civilizada, la
condición social si no mejoró^ara las clases pobres, á lo
ménos fué mas segura, basándose las exacciones en cierto
sistema de órden. Vemos que bajo el Imperio ejípcio,
á pesar de existir la esclavatura, ya habia nacido y pro-
gresaba una clase social bastante numerosa para mere-
cer la imposición de un tributo : así fué que sobre la
pesca y sobre los frutos de la tierra se creó un impuesto,
tendente á sufragar en buena parte los gastos de la ad-
ministración pública. Del mismo modo que los ¡Egipcios,
los impérios de Asiría, Media y Babilonia, echaron im-
puestos sobre los productos déla tierra, miéntras gue
también los imponían con dureza á lqs pueblos conquis-
tados, cobrándolos ya en metálico, ya en animales y é
veces -hasta en doncellas y eunucos* J)espues que el ór-
den político de la antigüedad fué trasformaejo por el poder
absorbente; de los persas, quedáron los tributos, en el
mismo pié. Darío rebqjó siaembargo la mitad del im-
porte de los que se xjobráJban en .$w dominios, después
de haber hecho formar un censo de toda$ las: tierras de
la nación. Por lo que se vó, si bien habían ganado los
pueblos antiguos en la trasíbrmacion que*' ge siguió de su
existencia de tribus errantes á su ascención al rango de
\L) Luis M. Pastor — Jba Ciénoia de la Contribución. Tom. I cap.
I páj. 5.
SALA URUGl
BIBLIOTECA NACIC
-lu-
naciones poderosas, no correspondía el esplendor de su
progreso político con la penúria de su estado social. Pro-
venía este hecho de una tendencia muy marcada que
imprime su carácter á aquella época : el desprecio al
trabajo.
Es imposible recorrer las historias de las primeras gran-
des nacionalidades, sin apercibirse inmediatamente de la
antipatía con que el trabajo era mirado en ellas. Se im-
ponía á los esclavos y á los pueblos conquistados el deber
de trabajar, como el mayor de los castigos a que pudiera
sujetarse á la creatura humana. Se despreciaba á los tra-
bajadores considerándoseles naturalezas viles, individuos
incapaces de alimentar en su espíritu la pasión de la glo-
ria militar y el valor salvaje que conduce álas proezas de
la guerra, única aspiración preconizada en aquellos tiem-
pos y únicas dotes exijidafpara llegar alas encumbradas
posiciones del Estado. Aun los mismos gobernantes que
destinaban alguna atención á la mejora de los intereses
materiales de sus pueblos, eran mirados de reojo : entre
]o> persas, Dario mereció el apodo de Mercader por haber
rebajado la mitad del impuesto á sus súbditos. Las cla-
ses trabajadoras, pues, nacieron en la esclavitud y murie-
ron en ella durante centenares de siglos : su condición es-
clava ñolas libró, sin embargo, de los malos tratamientos
oficiales, porque á la opresión individual tuvieron que
agregar el desprécio público y los duros tributos exijidos
á8U8 esfuerzos. Cuando el total de las contribuciones pe-
didas por la autoridad no podia cubrirse en especie amo-
nedada, era necesario deshacerse de los animales domés-
ticos de trabajo y de los instrumentos para llenar la cuota
prescrita,ysiasi mismo esto no era bastante, entonces se en-
tregaba una de las doncellas de la familia para el serrallo,
ó siempre que se pretiriese el cámbio, podia verificarse en-
viando un jóven que después de sometido á una operación
infámese le destinaba á hacer la guardia de aquel lupa,
nar oficial. Tal fué el estado de la sociedad antigua, que
los babilonios y los médos entregaron á los persas, y que
estos no elevaron ciertamente al grado de civilización po-
sitiva que correspondía con su ruidoso esplendor poli"
tico.
- 23 -
Derrotado el poderío de los persas por las victorias de
Milciades, Auribiades y Cimon, que prepararon la retira-
da de Xenofonte é hicieron fácil la conquista de Alejan-
dro, un nuevo órden económico surgió con las repúblicas
griegas. Esparta y Atenas dividiéndose por mitad la suer-
te de la Grécia, imprimieron en sus dominios el sello de
las costumbres que deseaban perpetuar y la tradición del
sistema que necesitaban seguir. Lacedemónia fundó su or-
ganización social sobre la esclavitud del pueblo y la hol-
ganza de unos cuantos elejidos : Atenas preconizó también
la esclavitud pero desdeñando el trabajo como una ocupa-
ción vil, no lo proscribió en sus leyes, ni se impuso la
obligación de despreciar sus rendimientos. De aquí resul-
taron para esta última nacionalidad progresos muy gran-
des, cuyos testimónios reales dieron oríjen á observacio-
nes notables por parte de escritores esclarecidos* Platón
describió con mano maestra las ventajas de la división
del trabajo : Aristóteles difinió la moneda é hizo patente
con una fuerza de lójica que no le ha arrebatado hasta
hoy escritor alguno, la utilidad incontestable de las clases
médias parala paz y el progreso de las naciones : Xeno-
fonte apuntó las consecuencias de la usura, precaviendo
á los gobiernos contra el espíritu de monopólio. Estas
ideas que se abrían paso por entre el mundo griego, debie-
ron quedar sin embargo fatalmente relegadas al desprécio
tan luego como el brillante período de la grandeza helé-
nica llegó á los límites de su corta duración; porque un
poder bárbaramente formado sobre el ciego espíritu del
militarismoy la conquista, se arrojó á la absorción del Uni-
verso conocido. Tras de Grécia apareció Roma.
La organización social de los romanos como todo aque-
llo que reposa sobre el poder deTla fuerza bruta, fué un
manantial de inmoralidades. El nombre de República
con que ornamentaron los ocho primeros siglos de su omi-
nosa tiranía, fuera el descrédito de la democrácia si pu-
diera concebirse una repúbica semejante. Dividida la
nación entre patricios y plebeyos, los primeros noencon-
t raron otro ideal que la glória de las armas, y los segundos
no supieron más que uncirse al carro del vencedor ó su-
- 24 -
blevarse en demanda de subsistencias y de tierras. Las
disposiciones económicas de la República romana son la
sanción del robo : en sus primeras luchas con Cartago se
publicaron edictos que decían : « los pueblos comercian-
tes deben trabajar para nosotros ; nuestro oñcio es $1 de
vencerles y exyirles impuestos. Continuemos la guerra
que nos hace señores suyos, éntes que dedicarnos ai co-
mércio que les hace esclavos nuestros. > Sus ideas reli-
jiosas eran tan despreciables, que levantaban templos á
Jovi proedatori ( Júpiter ladrón )• Sus ^depredaciones son
tan inauditas que la história se estremece al enumerarlas:
el saqueo de Siracusa, el saqueo de Tarento, el saqueo
de la Siria, el saqueo de las ciudades de Numidia, y los
frailucos do Paulo Emilio cuyo carro triunfal fué seguido
por doscientas y cincuenta carretas llenas de oro y plata-
Manlio robó el Asia menor, Semprónio la Lusitánia, Fla-
co la España. Sesenta ciudades del Epiro fueron saquea-
das y destruidas por las lejiones romanas ( 1 ). Nopodia,
pues, un pueblo semejante, establecer su dominio sobre
bases de moralidad administrativa, cuando el culto de
todas las pasiones inmorales éralo que constituía la reli-
jion de sus deberes. La holganza para los de arriba y la
esclavitud para los de abajo, fué el obgetivo dé esa p0-
lítica romana que tanto senos ha enseñado a ensalzaren
la falsa educación clásica de nuestros coiejios. Como era
natural, aquella armazón carcomida tuvo que hacer p|£za
a un nuevo órden de cosas, y el Imperio de César y de Au-
gusto, sinó mas moral á lo menos mas organizador, recojió
la herencia de Jos que habían comenzado su vida robando
las mujeres de sus vecinos, y la concluyeron haciendo uua
conjuración armada para no pagar las deudas que contra-
jeran en ocasión á las saturnales con que enlodaban su
vida en loe últimos tiempo?.
El Império trajo ideas de administración que no se ha-
bían conocido bajo la República, Se hizo un censo general
de la población, se cobraron los impuestos con mas órden,
reorganizaron las aduanas, y se estableció la unidad ad.
(1) Blanqui— HUtoriadela Economki política en Europa— cap. V. pj.39.
- 25 ~
ministra ti va en todo el dominio romano : sin embargo, se
conservó la esclavatura, porque el pernicioso ejemplo de
una tradición seguida fielmente era superior á todo razo-
namiento en contrário, Roma dió entonces una remarca*
ble evolución política, que la permitió progresos efímeros
para preparar a^i decadéncia total. Los emperadores com-
prendieron desde Augusto, que los límites del Imperio ha-
bían ido demasiado léjos para que el entusiasmo de las
conquistasno fuese sustituido por el interés de conservar lo
conquistado, y asi se dedicaron á la obra de una organiza-
ción administrativa que no fué descuidada ni aunen los
dias oprobiosos de Caracalla y Heliogábalo. Por otra parte
las necesidades siémpre crecientes de un pueblo que con-
sumía mucho y no producía cuasi nada, humanizaron las
medidas contra la industria modificándolas en un sentido
favorable ála comunidad. Asi, se establecieron almacenes
públicos paralaventadelos trigos, mas tarde se premió lá
importación de granos, después se reedificaron los puer-
tos de Ostia y de Terracina y por último se capituló con
los comer ciantes de granos á los cuales hasta se les dieron
prémios en tiempos de Nerón, por causa de las terribles
hambre que solo ellos podían atenuar en los momentos
de una caréncia asombrosa de subsisténcias. Pero la hora
de decadéncia habia sonado par Roma, y la humanidad
necesitaba reivindicar sus derechos abatiendo aquel colo-
so en cuyo seno la esplota cion del hombre por el hombre,
se había elevado á la categoría de ufi principio de gobier-
no. Nueras aspiraciones se sentían y nuevos horizontes
debían abrirse para el mundo con la propagación del cris-
tianismo : él fué quien se sustituyó á la tiranía romana
dignificando al sór racional con ios elementos que ha-
bían servido para tiranizarle.
Se comprende sin esfuerzo la estráordinaria reforma
que debía traer al mundo, una doctrina que proclamaba
la igualdad de todos los hombres én médio de una socie-
dad donde lagerarquía de las castas habia llegado al de-
lirio del orgullo, y dónde la mayoría de los séres huma-
nos sometidos a la esclavitud habia descendido de la
condición de individuos á la categoría de cosas. Reco-
- 26 -
mendaban los primeros pastorea cristianos el amor a
Dios y á los hombres, el apartamiento de las voluptuosi-
dades de la carne, el espiritualismo en las aspiraciones,
las virtudes modestas que tienen su asiento en el hogar
paterno ; y sobre todo, la caridfi^d que en el orden moral
se manifiesta con la paciencia, la bondad, la paz, el gozo,
la felicidad, la dulzura y la templanza; y en el órden
material con la limosna: sacrificio voluntario que no
puede concebirse sin la existencia de la propiedad indi-
vidual ( 1 ). La sociedad se sintió empujada entonces
por la fuerza irresistible de principios nuevos que anun-
ciaban una rejeneracion inmediata en las leyes, en las
costumbres y en las creencias que hasta ese momento la
habian rejido. El individuo no fué ya el siervo que cons-
tituía con otros de su espécie la propiedad de un señor,
ni el Estado espresion déla fuerza de unos cuantos seño*
res, fué por mas tiempo el refújio de los grandes y el azote
de los humildes: en el órden material quedaron deslin-
dadas las atribuciones y los deberes de cada uno, y en el
órden moral quedaron todos sometidos á la justicia su-
prema de la divinidad. Aquella doctrina que bajo el rei-
nado de Tiberio César habia predicado un solitário salido
de Bethlehem, se establecía por íin en la práctica para
abrir horizontes nuevos al porvenir del inundo y á los
destinos del hombre. Y un dia no lejano Alaricoeon sus
hárharosy Ataúlfo con los suyos, salieron de los confines
de la Europa para pulverizar el poder de Roma, pero en-
contraron que otro poder mas fuerte que el de los empe-
radores sujetaba su brazo y convertía su espíritu á una
noción civilizada y prudente de la libertad : era el poder
del sacerdote cristiano*
4 La influencia del Cristianismo como doctrina, como
ejemploy como ley, fué decisiva para la civilización del
mundo. A él se debe la manumisión de los esclavos, la
abolición de los sistemas oligárquicos de gobierno que
preparáronla caida de las repúblicas griegas, el principio
de tolerancia, introducido por la prédica de la caridad y
del amor al prójimo: el progreso del saber, favorecido
(4) A. Sudre.— Sutoria del Comunismo Cap. V páj. 31
- 27 -
por la reunión de los concilios donde acudían todos los
sábios y por la institución de los conventos, donde se refu-
jiaban los hombres mas ilustres, donde se guardaban los
monumentos mas preciosos de la sabiduría antigua, y
donde se formó la industria sobre bases científicas de ob-
servación y de procedimiento. Al Cristianismo se debe
además esa pasión indescriptible con que supo contami-
nar á todo lo que le rodeaba, esa fé con que inyectó en
las venas de una sociedad decrépita las ambiciones mas
gloriosas y mas caballerescas, rejuveneciendo al mundo
por la fuerza de sus ideas nuevas. Así, en once siglos de
trabajo el principio cristiano derrocad poder de Roma,
domina y civiliza á los bárbaros, liberta á los esclavos,
dignifica el trabajo menospreciado y forma las grandes
nacionalidades de la Europa que concurren poderosa-
mente á la civilización universal. No es estraño, pues,
<jue en el siglo XI á la voz de un humilde fraile el mundo
europeo se conmueva, y emprenda por ministerio de su
fé la epopeya sin rival de las Cruzadas. Este servicio
prestado á la civilización de Occidente en holocausto á
las tradiciones del Oriente, tiene más importancia que
laque en general se le atribuye : las Cruzadas contribu-
yeron poderosamente al progreso humano, porque facili-
taron la navegación, la industria y el comercio; subdivi-
dieron la propiedad arrancándola de manos del feudalismo
para entregarla á la clase inedia, echaron las bases de
aquellos establecimientos comerciales del esterior que
tan fecundos resultados dieron d la Europa, y por fin tu-
vieron una influencia decisiva en el órden regular de las
nacionalidades occidentales, desde que las libraron en
mucha parte del poder feudal que no las permitía orga-
nizarse.
Al estruendo délas armas que caracteriza el siglo XI,
debia suceder bien pronto una emoción de otra naturale-
za. Laclase media que habia ascendido lentamente en el
nivel social, encontró el momento propicio de hacer sen-
tir su influencia rejeneradora, y á pesar de las turbulen-
cias de la época se formó en el siglo XII la Liga Hanseá-
tica. Esta Liga comenzó por la alianza comercial de las
- 28 -
ciudades de Hamburgo y Bremen, que bien pronto hicie-
ron sentir su poder al punto que muchas otras ciudades
se las incorporaron, arrastradas por el prestido de la pros-
peridad comercial y política que la Liga gozaba. Antes
del final del siglo XIII, la Liga «omprendía todas las ciu-
dades importantes situadas entre el Vístula y el Escalda,
y su poderío era bastante grande para contrabalancear el
de los monarcas mas pujantes. La Liga alcanzó su mas
elevada gerarquiade esplendor y de poder durante los
siglos XIV y XV: ella comprendía entonces unas 85 ciu-
dades confederadas, divididas en cuatro circunscripciones
ó distritos presididos por Lübeck, Brunswick, Colonia y
Dantzick, 40 ciudades aliadas entre las cuales figuraban
Stocolmo y Amsterdam, y un cierto número de otras con
las que solo había concluido tratados de comercio. Gra-
cias*á su preponderancia por v mar y por tierra, la Liga
reprimió la piratería y el bandidaje que no hubiéran he-
sitado en volver á sus proezas, si su poder no hubiese sido
quebrantado antes que la civilización se asentára sólida-
mente. Ella habituó á los ciudadanos al imperio de las
leyes y ofreció constantemente á sus ojos el ejemplo de
los buenos efectos de un gobierno regular y obedecido.
Ella introdujo en sus costumbres los goces y las comodi-
dades de la vida que sus antecesores habian ignorado ó
menospreciado, y les inspiró al mismo tiempo el gusto de
las ciencias y de la literatura. Ella hizo en fia por los
pueblos del Báltico lo que la Fenicia habia hecho, W
tiempos mas antiguos por los del Mediterráneo, y mere-
ció como los fenicios el ser colocada en el primer rango
de los bienhechores déla humanidad. (1) Este ensayo de
laclase média fué tan feliz y tan proficuo que llena cuasi
cuatro siglos de la história, y por mas que un poóWabso-
luto se presente en pos de él á coartar sus progsesos, la
fuerza impulsiva había sido bastante enérgica para subor-
dinarse áunaretrogradacion violenta, jut «tó o
Coincidió por otra parte con este saludable movimiento
que venia del Norte, otro uo menos provechoso que sur-
gió en el Mediodía de la Europa. A los progresos de las
'D Dictionnair$cUl'Ec.polt,— Ligue Anseátique.
- 29 -
ciudades hanseáticas se juntaron los nobles esfuerzos de
las repúblicas italianas cuya história forma una de las pá-
jinasmas bellas de las conquistas morales y materiales
del hombre. La clase média en Florencia, en Venécia y
en Génova empezó á mostrarse tan poderosa desde el
siglo XII, que consiguió supeditar el poder de la aristo-
crácia : la nobleza entregada á la ociosidad vió con dolor
pero sin conseguir oponerse á ello eficazmente, que sus
priviléjios caían en el desprécio y que el lustre de sus bla-
sones no era tanto que deslumbrára los ojos de las multi-
tudes entregadas al trabajo. Estados pequeños en territo-
rio, las repúblicas italianas no podian ensayar afortuna-
damente el sostenimiento de una organización social po-
sada sobre la base de las oligarquías militares, que cons-
tituía por entónces el feudalismo en todas partes. Se fun-
daron pues, aquellas nacionalidades sobre un plan político
igualitário, y arrojada del poder la nobleza, entró á rejir
los destinos públicos la clase média. El gobierno se com-
puso dé comerciantes á quienes muyluégo tranformó en
hombres de estado la práctica de los negocios y el conoci-
miento de las necesidades públicas; resultando de su ha-
bilidad la noción de las primeras ideas sérias de hacienda
que tuvo la Europa, El comercio fué ennoblecido como
pfofesion y como médio único de ocupar el poder, y por
primera vez se vió con asombro que los fabricantes de te-
las y los buscadores de matórias primeras al través délos
mares, oran tan aptos para juntar capitales como compe-
tentes para dirijir la marcha de un Estado. La glória
ociosa de la espada dejó de serel ideal apuntado á la ju-
ventud como el mas grande, y señalado á la vejez como
el mas fespetablé, sin que por estose crea que faltaron á
aquellas repúblicas ele comerciantes, ni capitanes espertos
ni guerreros valerosos para defender sus derechos, cuan-
do los creyeron atacados y tentaron á derimir suscon-
tiendas póría fuerza de las armas.
La prosperidad a que se elevaron Florencia y Génova
puede valorarse por los siguientes datos: en el siglo XIV
Florencia tenía treinta hospitales con mil camas para los
enfermos y para los pobres; mas de doscientas escuelas
- 30 -
donde 10,000 niflos aprendían á leer, y favorecía las artes
asignando recompensas espléndidas al genio de los pinto-
res, délos arquitectos y de los escultores: en cuanto á la
prosperidad de su comercio, baste decir que se contaban
doscientas fábricas de tejidos de lana que producían
anualmente unas ochenta mil piezas de paño, cuya venta
aseguraba salários á mas de 30,000 obreros; miéntras que
ochenta escritorios destinados al comercio de banca favo-
recían por todas partes el descuento y el crédito. Por lo
que respecta á Venécia su carrera industrial y de comer-
cio no fuéménos brillante: comenzaron los venecianos
por vender sal; después es trajeron los productos agrícolas
del Norte de Italia y buscáron en el Mar Negro los de
Turquía, Rusia y Pérsia. En el siglo XV solo en su arsenal
ocupaba Venécia 16,000 obreros y 36,000 marineros : la
marina mercante no mantenía ménos de 3,000 barcos que
importaban y esportaban los productos cambiados, esplo-
rando sucesivamente los puertos del Mar Negro, los de
Siria y de Ejipto, y visitando de escala en escala todas las
plazas del Peloponeso, del Asia Menor, de Chipre, de
Cándia y del archipiélago griego. (1) Esta prosperidad
que elgénio de la cláse media hizo surgir en Europa, de-
bía naturalmente traer un movimiento estraordinario en
lus ideas, y fué tal el que produjo, que la época de los des-
cubrimientos en la navegación y en las ciencias vino á co-
ronar el de los adelantos en el comercio y en la industria.
Casi sucesivamente se efectuó en aquel siglo el descubri-
miento de la imprenta, la invención de la pólvora y el en-
cuentro del Nuevo Mundo.
El descubrimiento déla América debía traer á la hu-
manidad mutaciones muy sensibles en la marcha de sus
destinos, y á la industria retrocesos muy grandes en la
conquista de sus progresos. Por un capricho de la fortuna
el navegante audaz que buscaba tierras desconocidas en
la prolongación del Continente asiático,deslumbró con sus
ofertas á los monarcas españoles que adhirieron á sus
proyectos, sin saber uno y otros que les estaba reservado
(1) Llanqui— Histeria de la Ec. polt. en Europa. Cap. XX. prtgr
luientes.
- 31 -
al primero el descubrimiento y dios segundos la conquis-
ta de todo un mundo. Para desgracia universal, aquel po-
der que la Providencia ponía en dominio de España, asi
como fué benélico en manos de los reyes católicos, llegó á
ser terriblemente funesto en las del estrangero que les
sucedió mas tarde. Las ideas que por otra parte habían
dado oríjen al consentimiento oficial para los viajes de
Colon, estaban calcadas sobre la creencia del hallazgo de
grandes sumas metálicas, sueño muy persistente entónees
en cuasi todos los hombres de aquellos tiempos, que hacían
consistir la riqueza en la mayor acumulación de metales;
y es por esto que el Nuevo Continente no se prestaba á ser
mirado sino como un filón esplotable. Un libro bastante
célebre ha reasumido en conceptos enérgicos la idea pre-
cursora y el fin dominante del descubrimiento de la Amé-
rica: «Un proyecto de comércio con las Indias Orientales
dió ocasión al primer descubrimiento de las Occidenta-
les: otro de conquista motivólos establecimientos de los
españoles en aquellos países nuevamente descubiertos;
el interés político que fomentó estas conquistas fué una
empresa de buscar minas de oro y plata; y una série de
prodijiosos accidentes que no era capaz de prever ni pe-
netrar la prudencia ni la política humana mas perspicaz,
hizo el proyecto mucho mas feliz de lo que pudieron aun
soñar ni prometerse con razonables esperanzas sus mis-
mos emprendedores.* (1) El continente que Colon aca-
baba de descubrir vino á dar á la España la mas grande
porción de territorio que haya conocido ninguna nación
bajo su cetro, y la ascención de Cárlos V al trono en
reemplazo de su madre doña Juana, hizo a aquel monarca
el mas poderoso de la tierra para infortunio del mundo.
Como consecuencia del movimiento impreso á la Euro-
pa por la Liga hanseática y las repúblicas italianas, la
sociedad europea marchaba pacífica y tranquilamente á
la conquista de la libertad industrial, y desarrollaba su
progreso económico en tan vasta escala que el poder polí-
tico iba abandonando su antigua dureza para convertirse
en prudente conservador de la libertad y del órden. El
(1) Adán Smith— Riqum (Je la* nación**, tomo IIL lib, IV. cap. VII.
- 32 —
sistema municipal había nacido en las ciudades libres de
Alemania, de España, de Italia y de Bélgica r un sistema
regular de contribuciones establecido en todas partes por
los rentistas italianos, preservaba á los pueblos de exac-
ciones violentas : la libertad de comerciar y de trabajar
vencía al monopolio con brillante fortuna : la esclavatura
había muerto ó dábalas últimas señales de vidá$ f I& no-
bleza de pergamino y espada convencida de su inutilidad
se refujiaba en el trabajo, para adquirir á la par de todos
la riqueza que ambicionaba, por médio de los saludables
esfuerzos que ántes había desdeñado. La sociedad éiírO-
j>ea acababa de ascender á aquel grado de esplendor del
cual no se retrocede, áménosque profundas calamidades
aparejándose á estraordinarios é imprevistos suceéos ven-
gan á perturbarlo todo, introduciendo la tiranía f 'éTdes-
órden allí donde la libre acción del hombre ha fundado
un establecimiento regular y una institución de cosas du-
radera. No podía aventurarse nadie á suponer por entón-
ces,*que las sólidas conquistas del progreso que habían he-
cho sensible á los pueblos su responsabilidad comer-
cial recíproca y sus vínculos sociales permanentes,
fueran susceptibles de caer en el abismo de la derrota don-
de iba á sumirles la espada de un monarca civilizado, des-
cendiente de reyes cristianos y entroncado duna familia
real que se mostró consumada en el arté del gobierno.
Pero a pesar del progreso universal en médio del que na-
cía a la vi(&, y no obstante los antecedentes personales
que prestyiaban su persona por las tradiciones de familia,
Carlos V ascendió al trono para ser el mas formidable
. fcnemigo de los progresos de su tiempo, y para unir el nóm-
bre de sus antecesores al fúnebre recuerdo de su persona
y las de sus descendientes.
Jóven por la edad, esforzado por el brío individual,
y altivo por el poder material que heredaba, Carlos V,
hyo de Flandes, emperador de Alemánia f th É^WlP9^
paña se preparó á trastornar la sociedad cuyos destinos
estaba encargado de rejir. Mas flamenco que español,
si hacia estimación de España era principalmente por
los recursos que le proporcionaba para alimentar sus
- 33 -
ambiciosas miras; y así, rara vez la visitaba que no fue-
se para solicitar subsidios de sus córtes, (1) Con el pre-
testo ostensible de declararse el campeón de la cristian-
dad, pero con la mira secreta de reconstruir el imperio
de Cárlo Magno en provecho própio, comenzó á guerrear
contra sus vecinos, y una vez que desenvainára la espa-
da no la volvió mas á la vaina hasta que el trascurso
de los años y la suerte de las érmas le hubieron creado
rivales capaces de afrontar su audácia y su fortuna,
haciéndole sentir las amarguras de la derrota. Pero
miéntras duró su reinado, las catástrofes de la humani-
dad se sucedieron sin interrupción. Despótico por tem-
peramento, mató las libertades comunales en España,
en Italia y en Alemánia, trasformó el sistema de las
contribuciones, cambiándolo por tributos y gabelas que
secáron las fuentes de la producción industrial; alteró
la moneda cuantas veces le plugo, infestando la Eu-
ropa con sus escudos falsificados que introdujeron la
desconfianza, mataron el crédito é hicieron cerrar las
puertas á los bancos. Imbuido en malas ideas de go-
bierno, monopolizó las ártes y el comércio arruinando
á la Espafla que perdió todas sus fábricas, y cerrando
á las espansiones de la industria los grandes mercados
de sus dominios. Por último, mal dispuesto contra todo
lo que no se doblegase á su codicia de oro y á sus aven-
turadas empresas de conquista, se hizo espendedor de
títulos de nobleza creando una verdadera plaga de sol-
dados y de holgazanes, para oponer dóciles espadachi-
nes á los pacíficos mercaderes que habían fundado la li-
bertad política y el réjimen administrativo en la Euro-
pa civilizada. Fué mas adelante todavía, y la humani-
dad debe anatematizarle por ello: estableció legalmente
el tráfico de la carne humana, permitiendo que las co-
lonias amcricáuas se llenáran de esclavos negros, arran-
cados del África por miserables traficantes sin con-
ciencia.
El sucesor de este monarca execrable, fué tan malo
como él. Felipe II con su despotismo sistemático con-
(1) Prcscot— Historia del reinado de Felipe II. Ub. I. cap. I.
3
- 34 -
tribuyó poderosamente u la ruina de su nación, pero
el destino quiso que aquella ruina de un pueblo gene-
roso sirviese de fundamento a la libertad del mundo.
Contra Cárlos se habían levantado en árnias una buena
parle de sus dominios y algunas naciones europeas: contra
Felipe se levantó la Reforma que le arrebató los Países
Bajos y socavó los cimientos de su trono. Poco á poco fué
deshaciéndose aquel conjunto enorme de pueblos que los
Reyes Católicos habían intentado reunir bajo un solo ce-
tro para absorberse el mundo, y el reinado de los Felipes
marcó para España una horade rápida decadencia. Pero
aquellos malvados reyes déla casa de Austria desde Cár-
los V hasta Felipe IV, infíceionáron al universo con el
virus de una política afrentosa, promoviendo primera-
mente las grandes guerras que sostuvieron con el oro de laa
minas americanas, y aletargándose hácia los últimos tiem-
pos en una indolencia que permitía todos los desafueros
de la ociosidad contra las virtudes estimulantes del tra-
bajo. La Reforma encontró desde luégo, un terreno harto
bien preparado por sus enemigos: ella empezó por pedir
el libre exámenenuna época en que toda discusión era
prohibida, y acabó por conseguir la conquista de muchas
naciónos donde los conventos fueron abolidos poniéndose
a subasta los bienes de la Iglesia, donde el aumento de los
dias de trabajo fué sustituido al de muchas fiestas ecle-
siásticas, y donde la discusión de todas las ideas fomentó
los progresos intelectuales.
La Reforma suscitó en Europa á la vez que la pasión reli-
jiosa, el estremeeimientode la pasión política ahogada por
el poder despótico délos reyes absolutos. Tan luégo co-
mo el Império español fué destruido, surgieron á la vida
de la actividad que aquel coloso tenía aherrojada, todas
las naciones del continente europeo. Descolló sinembar-
<> cmiv todas la Inglaterra, cuya conversión al protes-
tantismo hubode encaminarla al entronizamiento de lade-
mocrácia pura. En médio de grandes trastornos el pueblo
inglés que habia soportado el yugo romano primeramen-
te, que mas tarde ensayó á constituirse en siete naciona-
lidades bajo laHeptarquía, y que por último se consolidó
— 35 -
bajo un solo cetro, había podido aislarse del movimiento
continental, arrostrando una vida tempestuosa. Este ais-
lamiento mas bien favorable que adverso á su progreso so-
cial, formó la orijinalidad del carácter inglés, disciplinán-
dole en la robustez de sus convicciones y en la paciencia
de la espera, que han sido las mas relevantes de sus dotes
própias. A pesar de todos los contratiempos, la actividad
mercantil y el ardor relijioso comunicaron unprodijioso
impulso á las riquezas y álas ideas de las clases medias,
y en uno de los primeros parlamentos del reinado de Cár-
lo8 1, se echó de ver con admiración, que la Cámara de
diputados era tres veces mas rica que la de los lores. (1)
Preparada por sus progresos á las mas atrevidas novacio-
nes, la Inglaterra que hácia la época de las Cruzadas ha-
bía arrancado de uno de sus monarcas la gran carta que
constituye el monumento de sus libertades, llegó bajo
Cárlos I á formular reclamos en el lenguaje de las revolu-
ciones, Concluyendo por decapitar al monarca que se opu-
so á la espansion de los deseos populares-y fundando el go-
bierno de la monarquía constitucional en sustitución del
gobierno despótico que ántes ryiera á aquella nacionali-
dad. La clase-media olvidada y aún despreciada, tuvo
desde luego una participación activa en los negocios del
Estado, y fecha desde entónces el verdadero engrandeci-
miento del poder británico.
Después de la revolución de Inglaterra viene la revolu-
ción de Francia, tan conocida por los hechos que la pre-
pararon como por los frutos que de ella cosechó la huma*
nidad. Pero entre médio de estas dos revoluciones 1 , existe
un suceso capital que hasta cierto punto las hermana, y
ese suceso es el nacimiento de una filosofía nveva que
abandonando las rej iones del infinito, Asciende á la
tierra para averiguar cuáles son las necesidades materia-
les del hombre, y hasta qué punto influyen ellas en la di-
rección de su espíritu. Estaraos, pues, en el siglo de la
Economía política, dándonos la mano con Quesnay y es-!
perando el célebre libro de Adán Smith, cuyas conclu-
siones anuncian al mundo que no hay organización social
Guizot.— Hiitóría de la Revolución de Inglatcrra—Disc- prelm.
- 36 -
ni progreso político fuera del trabajo. No en balde ha
marchado la humanidad tantos siglos buscando la radica-
ción eficaz de sus conquistas : dos revoluciones definiti-
vamente concluidas han venido áprobar que si las ociosas
gerarquias de casta pudieron sostenerse con él apóíyb <tó
la credulidad ignorante, el tiempo se encargó de déstkth
narlas levantando frente á ellas el poder del lírfbajóV aíg 1
niñeado por las investigaciones de la cieücia y por ító 1
enseñanzas de lapráctica. La Inglaterra había duplicado
la victoria de su revolución en la reforma de las ittiratá-j
ciones y en la trasformacion de las ideas : Cróflw^y$
Parlamento consumaron una revolución en el téTOéiáb^
político, que AdanSmith completó mas tarde eá'&i&r-»'
den social. Cuando la revolución francesa estalló, la tiF
glaterra la había franqueado el camino,
¿ Qué fué la revolución francesa ? Una cruzada contírt
los privilejios. Privilejios de casta, privilejios de posición
social, privilejios de tradición feudal, todo vino al suelo
por mano de aquellos terribles niveladores que pasaron
sobre la Francia el rasero de uña igualdad sangrienta.
Cayeron las instituciones antiguas, se desplomó el dérof
cho divino de los reyes, y tomó su representación eü Sí
poder político y en el órden social el derecho soberano
de los pueblos, que se encarnaba en las clases médias
hasta entónces escluidas de participación en el gobierno.
La sociedad cimentada sobre bases mas firmes, pudo opo-
ner las exigencia de las mayorías populares hasta entónces
desoídas, á las conjuraciones de las minorías pertinaces
enceguecidas por sus ensueños de absoluto dominio. Se
organizó el poder público con anuencia de los más, en vtefc
de permanecer estacionario en manos de unos pocos. Y
el éco de aquellas atronadoras catástrofes no se perdió en
el yació, puesto que repercutió en todos los corazones,
hallando partidarios doquiera, A los trastornos del l^^
mundo sucedieron bien pronto las revoluciones del nuevo
Continente, y si la Europa había ensayado á democrati-
zar sus instituciones políticas, la América intentó con po-
sible suceso la fundación de la democrácia pura. Bien que
los contratiempos hayan sido frecuentes en los pueblos
- 37 -
latiaps del Continente americano, la raza sajona ha de-
mostrado con la creari^^ del Nor-
te, que se puede vivir bien sin monarquía, y que el reinado
de la libertad es el único capaz de consolidar el reinado
del derecho.
La victoria definitiva déla clase media en Europa ha
marcado la fecha de la entrada de la Economía política á
íos consejos de gobierno. Elevada la ciencia á un grado
tan superior, era natural que sus adelantamientos fuesen
rápidos y que nuevos escritores amaestrados por la nove-
dad y la exactitud de tan hermosas doctrinas, se lanzaran
con paso firme en el terreno de los estudios económicos
Por otra parte, los sucesos políticos de aquellos tiem-
pos revolucionários convidaban á un ensayo serio de las
condiciones prácticas en que debía reposar toda solución
de gobierno, porque destruida la fé relijiosa por la revo-
lución francesa y roto el equilibrio comercial por la revo-
lución americana* no había otra fuente de verdad que la
esperiéncia, ya se quisiese afianzar definitivamente la
libertad ó ya se desease arribar a la concepción política
del orden. El movimiento de ideas con que se había ini-
ciado el siglo XVIII inducía á preveer desde largo tiempo
un cataclismo, porque al trasformarse en hechos las teorías
de una filosofía revolucionaria, no quedaba otro término
médioque la instabilidad ni otro punto de descanso que
la revolución. Surgían, pues, las ideas cou aquella fuerza
inevitable que las impone en las épocas de reforma social,
y la necesidad de una fé razonada golpeando á los corazo-
nes predisponía las intelyencias al estúdio de lo verdade-
ro, á la contemplación de lo bello y al deseo de lo bueno.
Había como puede comprenderse, campo de sobra para
recojer la semilla de las ideas nuevas, y las verdades eco-
nómicas que Adán Smith amalgamó en un conjunto cien-
tífico y que Juan B. Say vulgarizó metódicamente, llega-
ron á asegurarse el puesto que necesitaban para labrar la
felicidad del género humano. Una clase social desprecia-
da, la humilde clase de los trabajadores, encontró al fin
fórmulas científicas que justificaban sus procedimientos,
descripciones históricas que ensayaban á demostrar su in-
- 38 -
fluencia sobre el mundo; y una filosofía nueva que rei-
vindicaba para el trabajo el primero de los puestos en
la organización social.
Detengámonos aquí para decir dos palabras. En el co-
mienzo de las sociedades, su constitución orgánica reposa
sobre la fuerza: los elementos productores de la riqueza
no se analizan, ni la facultad de adquisición se comprende
de otra manera que por el despojo, impuesto al débil por
el fuerte. Mas tarde, las necesidades de la política, la glo-
ria del poder y los gastos que su sosten demanda, arrancan
á los déspotas que se llaman grandes reyes ó emperadores,
señores feudales ó reyes absolutos, algunas concesiones
en favor de los que trabajan. Después, la organización de
las confederaciones comerciales demuestra cuan fecundo
es el principio de la asociación para el trabajo, cuando
está tutelado por la garantía déla libertad. Y por último,
las conquistas de la industria concluyen por desacreditar
la vieja creencia de que la riqueza está en el oro y en la
plata, dando por este raédio un golpe de gracia á la crea-
ción délos absurdos sistemas restrictivos, que en el fondo
no tendían á otra cosa que á conservar la mayor suma de
metales finos, esportando la mayor suma de otros produc-
tos encámbio de ellos. Por consecuencia, la hu anidad
no ha sido libre ni feliz, hasta que la noción exacta de la
riqueza ha penetrado por completo en el espíritu de los
poderosos, gracias á los esfuerzos de las clases tiabajado-
ras. Conviene,pues, que para penetrarnos de la importan-
cia que el problema de la riqueza tiene en sí mismo, nos
elevemos hasta su concepción científica, y podamos jus-
tificar de esasuerte las tendencias de la humanidad duran-
te el largo trascurso de su marcha.
III
Los elementos constitutivos de la riqueza son dos : la
naturaleza y el trabajo. La naturaleza da cuanto existo-
aire, agua, tierra, minerales, sustancias: el trabajo tras-
forma, descompone, combina y aprópia todas estas cosas
constituyendo con ellas la riqueza. A la ciencia no es da-
do considerar aisladamente ninguno de los dos términos
dé esta ecuación, porque solo pueden igualarse en un sig-
no común estando juntos. Ni hay riqueza posible sin la
existencia de la naturaleza creada, ni hay apropiación
de la riqueza sin el ausilio del trabajo humano.
El carácter de toda riqueza es ser útil, material y apro-
piada: faltando cualquiera de estas condiciones podrá
ella existir en estado latente, pero no trasmisible ni cam-
biable para el hombre que la desconoce por completo. La
generalidad de las gentes ha confundido por lo común los
elementos de la riqueza con la riqueia misma. El oro y
la plata son elementos de riqueza porque son instrumen-
tes de cámbio ; los campos fértiles, las aguas abundantes,
los montes frondosos son también elementos de riqueza;
pero ni las minas de metales preciosos, ni las tierras, ni
los rios, ni los árboles son la riqueza. Es necesario que el
- 40 -
trabajo espióte las minas, prepare los campos, utilice las
aguas, corte y tranforme la madera de los árboles para
formar riqueza, porque verdaderamente ella no existe sin
la apropiación posible. Trasladémonos con la imajinacion
á Califórnia cincuenta años haoe ¿ de qué servían sus co-
losales minas desconocidas y vírgenes al trabajo? Miremos
la Inglaterra tan rica y floreciente hoy ¿ qué era en tiem-
po de los Pictos sinó una mísera roca perdida en la inmen-
sidad de los mares ? Es el trabajo del hombre quien ha
hecho fructíferas las minas de Califórnia, enriqueciendo
el país con sus productos yes el trabajo también quien
ha elevado á la categoría de nación próspera á aquella
mísera Inglaterra, cuyas minas de hierro y de carbón, y
cuyos territorios desolados no convidaban con grandes
utilidades á sus primitivos pobladores.
Si descendemos en la escala de las investigaciones a
los actos mas vulgares déla vida, siempre encontramos á
la naturaleza y al trabajo formando el or(jen de toda ri-
queza. Por mas espontáneos que sean los dones de la na-
turaleza para la satisfacción de las necesidades del hom-
bre, siempre hay en mayor ó menor grado un trabajo
para adquirirlos. No tomará el salvaje del desierto fruto
del árbol quesácie su hambre ni agua del rio que aplaque
su sed, sin el trabajo de buscarlos ni la incomodidad de
llegar hasta el recinto donde ellos se encuentren. No con-
servará tampoco una porción de estos obgetos para veriü-
car cámbios, sin ingeniar un médio de trasporte que haga
útil la apropiación y susceptibles de conservación los ob-
getos. Por consécuencia, toda riqueza presupone una
apropiación y toda apropiación siguitica un trabajo pre-
vio. Riqueza que no es apropiable no es riqueza, porque
carece de las condiciones de trasmisibilidad ó de cambio
que la hagan útil para la satisfacción de necesidades.
Considerada la cuestión bajo este aspecto, la capa raída
del mendigo es una riqueza porque tiene propietario, ha
costado trabajo su elaboración y constituye un obgeto de
cámbio; miéntras que la veta de hulla ó el íilon de oro
que yacen desconocidos en las entrañas de la tierra no
son una riqueza, porque nadie la apropia, ninguno traba-
-41 ~
ja para hacerla cambiable, ni hay quien pueda efectuar
comercio sobre su producto* Para decirlo todo, Ja riqueza
comienza allí donde hay tuyo y mió : la liebre que corre
por los campos, el pájaro que se cierne en el espácio, el
pezque,náda en el Océano, el árbol que florece á la ori-
lla del camino, son riquezas desde el momento que en-
cuentran quien las aprópie, porque ya se trasíbrman en
obgetos de cámbio.
Algunos autores han creído que debían incluir en el
inventário de la riqueza universal las dotes de la inteli-
jencia humana, pensando que el talento, la probidad y la
saludson una riqueza igual á cualquiera otra. Esta opi-
nión es errónea, desde que ni la salud, ni la intelijencia,
ni la probidad pueden trasmitirse ó cambiarse. Es evi-
dente que un hombre probo, sabio ú honrado tiene apti-
tudes, para prestar servicios 41a conmunidad, pero en los
servicios que él presta no van incluidas sus condiciones
morales que siempre le quedan propias. Si pudiera ven-
derse una idea, si el móvil que guía un acto de probidad
fuese incluido en el acto mismo, entonces las condiciones
morales del hombre serian riquezas porque caerían bajo
el dominio de las leyes del cámbio ; pero permaneciendo
ellas intactas en la intelijencia que lasdála vida, no son
mas que un elemento apto para producir riquezas, sin ser
jamás riquezas por sí solas. Debemos creer que en elin-
Yent&rio destinado á liquidar las existencias de una casa
de comercio, no entrara como partida evaluable la poca
ó mucha intelijencia del dueño de casa. Es un engaño
,©uy grande, pues, el que padecen los que suponen posi-
bles de ser evaluadas las dotes naturales de la intelijen-
cia, de la probidad y de la salud, porque no se puede con-
cebir, una riqueza estacionária, impalpable, destituida de
la facultad de trasmisión, sin desistir de adquirirla ó per-
der la noción del cámbio. Por otra parte, el sentido co-
mún indica que toda riqueza sirve para la satisfacción de
las necesidades Rumanas, y si hubiera alguna que no pu-
diera llenar este fin, no seria riqueza. Que la intelijen-
cia del hombre haya, meditado en el modo y puesto en
practica el método de dominar la materia por medio do
-42-
procedimiento8 científicos, es indudable, pero la idea de
los descubridores no se ha enajenado, pues quedó intacta
en su intelijencia. Dondi inventando el reloj, Watt in-
ventando la máquina a vapor, Arkwright y Jacquart
inventándolos telares modernos no cambiaron sus ideas,
sinó que las pusieron en práctica, animaron con ellas
hasta cierto punto obgetos inermes, pero quedaron siem-
pre dueños de su intelijencia y completamente posee-
dores de las ideas que la constituían. Fuera'de la com
binacion de la naturaleza y el trabajo, conspirando la
una por producir y el otro por apropiarse cosas útiles y
cambiables, no hay nada que pueda constituir riquezas.
La distinción que acabamos de hacer entre los dos ele-
mentos que constituyen la riqueza— naturaleza y trabajo
—no es una logomaquia pueril ni una sutileza metafísica,
ántes bien tiene ella la mayor importancia. Toda vez que
la riqueza fuera considerada como un don natural solamen*
te, el trabajo humano quedaría condenado, y la ley supre-
ma é que está sometido el ser racional, la condición per-
manente de su desarrollo, en suma, el trabajo, podría con-
siderarse una aberración del estado social, un artificio
destinado á mortificar al hombre, y sobre todo, un testi-
monio acusador del plan de la Providencia- Por lo con-
trario si se creyera á la riqueza un producto esclusiro del
I ra bajo, vendríamos á parar en que cuanto mayor trabajo
fuera necesario hacer, mayor riqueza existiría, y por en.
de, cuantos mas esfuerzos necesitase el hombre para dar
satisfacción á sus necesidades, tanto mas rico habia de
ser. Estas dos conclusiones sumamente alarmantes son
hijas lejítimas de dos premisas igualmente absurdas. Si el
trabajo es la fuente única de la riqueza, toda invención
que minore el trabajo será perjudicial, y por lo tanto de.
bemos condenar el progreso cnya tendencia determinad a
esla supresionde las fatigas con que la humanidad ha de
ganar el pan de cada dia. Pero si la naturaleza es quien
produce únicamente riquezas, la organización social repo-
sa sobre una liase falsa, porque entonces el trabajo del
hombre es una negación de lo que él cree su destino, y las
sociedades y los gobiernos no han tenido la menor idea de
-43-
lo que representan ni á lo que tienden sin saberlo. Así
pues, la riqueza como resultante aislado del trabajo dáen
último término la esclavitud y la miséria; miéntras que
siendo producto esclusivo de la naturaleza prueba que el
trabajo es una esclavitud forzosa, y la organización social
un plan imperfecto asentado sobre una base falsa. Tan
perniciosas son ambas doctrinas que requieren ser espli-
cadas y combatidas formalmente.
La tendencia de la humanidad es procurarse la mayor
suma de satisfacciones con la menor cantidad de trabajo.
A impulsos de este sentimiento ingénito el hombre desde
que ha podido razonar ha tratado de establecer 6u dominio
sobre la naturaleza, arrancándola por médio de grandes
esfuerzos todo cuanto puede contribuir al aumento de sus
goces. Es así que desde el hombre primitivo hasta el hom-
bre social, la gran evolución de los tiempos ha visto á la
tierra convertida en un inmenso taller donde la criatura
humana ensaya de un modo permanente sus esfuerzos pa-
ra mejorar la condición de su existencia. Merced al traba-
jo la naturaleza ha sido vencida y ha tenido que dér ai
hombre para que las descomponga é su antojo ó se sirva
de ellas penetrando en susmistérios, la elasticidad, el ca-
lórico, la electricidad, la gravitación, el agua, la luz, el
aire, y han surgido de aquí todos los inventos y todas las
maravillas que hoy admiramos. Por doquiera pues, en-
contramos al trabajo humano dominando lamatéria, y
ventos también que sin ese trabajo la materia permanece-
ría indomable. Ahora bien: si la riqueza es un don natu-
ral esclusivo: ¿cómo esplicar la necesidad del trabajo pa -
ra conseguirla? Esta interrogación tendría dos respuestas
igualmente falsas: ó el hombre se ha equivocado en los
médios que emplea para adquirir la riqueza, y esto es im-
posible porque la sociedad no puede equivocarse en aque-
llo que propende i la conservación de su existencia, 6
Dios se ha equivocado en el arreglo del plan providencial
que nos gobierna, y esto es absurdo porque las leyes natu-
rales que nos rijen y que se reflejan en nuestros instintos
de conservación y progreso, son perfectas. Luégo es evi-
dente que la riqueza no proviene de un don natural es-
- 44 —
elusivo, pues para afirmarlo seria necesario negar la infa-
libilidad del instinto de conservación ep. la sociedad, ó la
superioridad de las leyes naturales decretadas poi Di¡Qp<
Si fuera de las leyes del trabajo hubiera otras en que al
hombre le fuese dado adquirir riquezas, la sociedad no
habria vacilado en adoptarlas para escapar á la fatiga y ,á
la pena contra ías cuales lucha desde su infancia. Si en
el trabajo humano no se hermanasen áilave&$i suj&á-
miento que enseña y el progreso que eleva el espirita y
morijera las pasiones, Dios habria sometido al ser racio-
nal á otras pruebas mas fructíferas que aquella. No ha-
biendo pues, ni la suposición probable áe que la, sociedad
se equivoque en lo que concierne á su conservado!*, í4 <l ue
el plan déla Providencia falle en lo relativo al hombre
el trabajo humano queda justificado y demuestra queseó-
lo á sus esfuerzos cede la matéria para producir riquezas.
Miremos ahora la cuestión bajo otra faz. Si la riqueza es
un producto esclusivo del trabajo, el ser racional $e equi-
voca en la concepción de su destino^ y todos losesfiieraps
que hace para minorar la fatiga y haoer gratuitas las sa-
tisfacciones de la sociedad, son otros tantos precipicios que
abre á sus plantas. Las máquinas que vemos, los ferro-
carriles y vapores que suprimen las distancias y abaratan
los medios de trasporte, tienden irremisibleinente á mino-
rar el trabajo; lo que ántes se fyacía eaup dia hoy se ha-
ce en una hora: si ántes se pagaba diez pesos para ir en
carreta, hoy se paga uno por ir en ferro-cartü. A medida
que el progreso cunde los esfuerzos del hombre son meno-
res: luego pues v cuanto más se progresa ménos se trabaja y
cuanto ménos se trabaja mas pobre es el hombre. Pero
no es esto todo. Ladcctrina que hace del trabajo la úni-
ca fuente de riquezas vá directamente á la glorificación
del sistema prohibitivo. To4o» los gobiernos que dificultan
la industria y ponen obstáculos á la difusión de las victo-
rias del progreso* se sienten estimulados por la creencia
de que la aminoración ¡de los esfuertos para conseguir ri-
quezas concluye por empobij^r á todos j -i%$yl££ÉP
máquinas suprJunen una grajLrartp j^^j3SHSy v
guerra á las máquinas. La concurrencia estraugera impor-
- 49 -
ta al país ropas y elementos más baratos que aquellos que
el país puede producir ácostá de inmensos ésfiiertotf luégo,
guerra á la cdnciméñcift éstratígera que disminuye él tra-
bajo naciottól. Oada ¿bátéeulo que sé vence, cadabárrera
qtíe c¿e e& un miévo motivo de alarma para Jos que creen
que cuánto totó costoso es el trabajo más grande es la ri-
queza, Y verdaderamente, si el trabajo fuese la condi-
ción eselusiva de la riqueza, el hombre marcharía rum-
bo directo á la miseria cuanto más grande fuera su pro-
greso. Seria él caso de desear no haber salido nunca del
estado grosero dé los tiempos primitivos^ deberíamos pe-*
dirque esós tiempos volviesen para no sucumbir de ham-
bre. Por su parté los gobiernos en vez de liberalizar sus
sistemas de contribuciones y de impuestos necesitarían
recargarlos, pata que los obstáculos á vencer fueran ma-
yores y él trabajo solicitado con mas império que nunca.
La naturaleza misma relativamente inerte paraliosotros
no seria otta cosa que un enemigo constante, una eterna
remora éfila cual solo encontraríamos permanente oposi-
ción á nuestros csfuérzos y continuo incentivó á nuestras
fatigas. ¿Gótitó éóncebir un plan providencial bastante
justiciero viéndonos condenados á trabajar siempre, ca w
Válido títtfe&tra fbsa? ¿Oómo glorificar un destino cuyo
pttiito d« partida es la desnudez y la miséria, y cuyo térmi-
no feéria el progreso qüe ásu vez debiera suponer desnu-
dez y misétia?
Táles son los resultados 6 que conduce la eselusiva
apreciación dfe uñó' de los dos términos qué componen la
ééiiácioiirq^a/ Nie^ ttubajó humano aislado ni la na-
türaleza sWst puédan producir riquezas, pues se hace ne-
cesario que ambos sé combinen para satisfacer nuestros,
deseos. Todo lo qtte viene delá naturaleza es gratuito:
todó 16 qué víené del trabajo es oneroso. Pero el piogre-
so teittKendo siempre á disminuir los esftierzos hace más
f^léFttebéjt) v y cada nuevo invento suprimiendo un
¿Bstáculo difunde feníá tftasá gra^thmeite lo qüe antés
re óbrctna tf'Bbstá fltó^grandeé ésftiério&; Dé áqui que el
ÜfSbníé tófé MlAtáíívo y mébos fatigo páttt el hpmbreeii
razou de los inventos del progreso, tiende & llenar sus né*
-ne-
cesidades con méno8 esfuerzos y mayores utilidades todos
los dias. Llevando la cuestión á sus últimos términos,
puede argumentarse aún con la sencilléz de la evidencia :
8apongamo8 que la naturaleza no existiera ¿de dónde sa-
caría el hombre riquezas cuando tal vez no existiría él
mismo? supongamos que el trabajo no tendiese á domi-
nar la materia para arrancarla lo que el hombre necesita
¿cómo podría formarse la riqueza? plantear la cuestión
mí es resolverla. No porque la naturaleza dé gratuita-
mente sus primicias debemos suponér que el trabajo solo
sea capaz de producir riquezas, y no porque el trabajo
mismo sea el elemento necesario á la dominación de la
materia debemos suponer que solo en él se encuentra la
riqueza. Naturaleza y trabajo son dos elementos insepa-
rables para la producción de la riqueza, y toda vez que se
trate de escluir áuno de ellos no podrá arribarse á otra
cosa querá falsas conclusiones. Distíngase tanto como se
quiera lo gratuito de los dones de la una y lo oneroso de
los esfuerzos del otro, siempre se vendrá á encontrarles
inseparablemente unidos para formar la riqueza.
Pero esta condición gratuita á que la naturaleza dá sus
dones, y de onerosidad con que el trabajo dá los suyos; ha
estraviado á algunas escuelas. No han visto ellas
que el trabajo humano susceptible de progreso como
todas las manifestaciones del hombre, ha tendido á ha-
cerse ménos fatigante, ménos costoso, ménos difícil, y si
bien por un lado ha podido dañar á algunos, por otro ha
repartido grandes utilidades entre todos. Es imposible
negar que una via-férrea entre dos puntos dados arruina
momentáneamente á las empresas de postas y de carretas
que hacían el tráfico entre ellos, pero en cámbio abarata
ese tráfico, hace las relaciones comerciales más fáciles,
promueve cámbios más sostenidos y permite que con el di-
nero empleado en viajar mil personas por afío puedan
hacerlo seis mil. La utilidad del nuevo invento se reparte
desde luégo entre la masa, y gozan de su favor los propios
empresarios de vehículos que á primera vista parecian
arruinados. Bien es verdad que con menor trabajo por
parte del ferro-carril se obtienen mayores ventajas que
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con el antiguo sistema empleado ¿pero quiere eso decir
que Ja riqueza haya disminuido? Al contrario la riqueza
ha aumentado y el modo como una parte del trabajo se
verifica es mas conveniente y mas útil. Cuanto mayor-
mente se haga concurrir á la naturaleza para la formación
de las riquezas, mayores serán las utilidades que reporte
el género humano. ¿Quién puede calcular la masa enor-
me de tiempo y de esfuerzos que costaría el sondaje de
uua mina, si el vapor aplicado á la mecánica no los reem-
plazase hoy por un sencillo procedimiento que ocupa á
tres ó cuatro hombres durante un tiempo relativamente
breve? ¿Qué inmensa revolución, qué indecible econo-
mía de tiempo y de trabajo, cuánta seguridad, cuántas di-
ficultades vencidas supone el parte telegráfico que llega
de Lóndres á Montevideo diariamente? Así, el trabajo
humano progresando en sus múltiples manifestaciones
tiende á hacer cada vez mayores las utilidades gra-
tuitas que se reparten entre los hombres, porque tam-
bién es mas grande cada dia su dominio sobre la materia.
Los que creen qué disminuye la riqueza porque el trabajo
tiende á disminuir las incomodidades del género humano,
están obcecados por un triste engaño : olvidan que todo
lo que dá la naturaleza es gratuito, y que el trabajo aso-
ciándose á ella reemplaza los esfuerzos del ser racional
por el esfuerzo de los elementos naturales*
Esto sentado ¿qué es la riqueza? La posesión de obge-
tos útiles y susceptibles de cámbio. ¿Qué función desem-
peña la naturaleza para que estos obgetos sean obtenidos?
Dar gratuit amente las materias primeras de que ellos se
componen. ¿Cuál es la función destinada al trabajo para
obtenerlos? Arrancar de la naturaleza esas materias,
trasformarlas, descomponerlas, apropiarlas, trasportarlas
donde lo considere útil é indemnizarse del valor que re-
presenta el conjunto de esos servicios. Luégo, siempre
aparece la naturaleza dando gratuitamente sus dones y el
trabajo cobrando sus servicios : luégo, los dos términos de
la ecuación riqueza aparecen siempre confundiéndose en
un signo común, lo que hace estraviar á algunas escuelas
que incorporan la utilidad gratuita proporcionada por la
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naturaleza, con la justipreciación del trabajo humano.
Es así que toda riqueza se determina por dos condiciones
esenciales, una gratuita y otra onerosa : gratuita es la
parte que dá la naturaleza y que puede ser apropiada por
quien lo desée ; y onerosa es la parte que dá el trabajo del
hombre, destinado á apropiar, trasformar y trasportar el
obgetoque la naturaléza dá. Cuadra pues, el nombre de
riqueza á aquello que ha sido arrancado á la naturaleza
por el trabajo humano ayudado de la intelijencia que lo
guia, y de esto resulta que cuanto más rico es un pueblo,
mayor dominación ejerce sobre la naturaleza creada, y
más dotes de ingenio y mayores virtudes ha téaido que
desplegar que aquellos que no están á su nivel. El trabajo
continuo, la constancia, la meditación, las privaciones, la
fraternidad de los esfuerzos comunes, el deseo de lejíti-
mas prosperidades futuras que predisponen á las fatigas
del presente ; todos estos móviles son necesarios para que
un pueblo aglomere riquezas y pueda gozar de tm bien-
estar pasable.
Los moralistas al afirmar que la adquisición de riquezas
provoca la inmoralidad de las costumbres' y materializa
al hombre en sus aspiraciones mas íntimas, 'ttafiñ^terttii gra-
ve error. El contrasentido no puede ser mas grande cuan-
do se plantea la cuestión en sus verdaderos términos i d
la adquisición de la riqueza supone dominio sobre la ma-
téria, es evidente que cuanto más rico sea un pueblo ma-
yor dominio ejercerá sobré las cosas materiales. Ade-
más, la esperienck* está hecha por el tiempo, y la práctica
confirma sus lecciones : entre los pueblos que tienen mu-
chos ferro-carriles y telégrafos^ mucha industria, muchas
riquezas; que practican la vidft en el matrimonio y la
existencia del ciudadano en la plaza pública; y las tribus
salvajes entregadas á la polígámia y á lá miséria, la elec-
ción no es dudosa. El instinto que guía al hombre en pós
déla adquisición de riquezas, nd'éB tía sentimiento con-
denable fli uü acto de tan espontánea voluntad que puede
prescindir de él. Foraadd por la necesidad del dia traba-
jaba el hombr6 primitivo para adquirir su sustento, pero
laesperiéncia le mostró por mano de necesidades aílijen.
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tes que si no ejercitaba la previsión ingeniándose por ahor-
rar en el presente, podría llegará morir de hambre en
virtud de las exijencias de mañana. Este cálculo natural
ó sentimiento de previsión que la sociedad ha adquirido
después de amargas enseñanzas es lo que fuerza al hombre
á buscar riquezas por médio de su trabajo. Si la sociedad
dejara de preveer y ahorter un dia solo, recaerían inmen-
sos trastornos sobre la humanidad entera. En la adquisi-
ción déla riqueza no hay más que un sentimiento de pre-
visión, una tentativa de mejoramiento, la satisfacción de
una necesidad que el instinto de conservación hace sen-
sible con império. Toda vez que la sociedad no trabaje
para conquistar el dominio de la matéria y no ahorre
para estimular y sostener los esfuerzos que han de darla
esa conquista, sucumbirá : ella recuerda la dura ley á que
está sometida, y prevee en conjunto lo que se menospre-
cia en los detalles.
Como quiera que se mire la cuestión no hay término
médio para el hombre : ó es rico ó es pobre : ó sufre las
penas con que le castiga la imposibilidad de dar satisfac-
ción á sus necesidades, ó satisface esas necesidades y goza
de un bienestar que le es imprescindible. De un lado se le
abre el camino del trabajo, de la píevision y del ahorro,
con lo cual puede aspirar á obtener riquezas y con ellas
el descanso en un tiempo calculable : de otro lado le que-
da el ocio que indudablemente le arrastra á la postración,
á la degradación y a la muerte. En hora buena haya quien
desee adquitir más y quien desée ménos. pero ese deseo
que tiene sus gradaciones, con respecto á las personas se
manifiesta poderosamente en el conjunto, porque todos
trabajan, todos adquieren y de esa suma total de adquisi-
ciones se forma la riqueza de la sociedad. Por otra paVte
el único médio de dominar una naturaleza rebelde lo en-
cuentra el hombre en el trabajo v y es lójioo que la aspira-
ción á la riqueza sea una idea ingénita de su espíritu. Me-
dítese en los esfuerzos de la humanidad, analícense sus
descubrimientos científicos, sus concepciones artísticas,
sus estudios favoritos, y se verá que todos ellos tienden á
dominar la ínatéria. La Física csplica la naturaleza y pro-
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piedades de los cuerpos; la Química trata de averiguar su
acción íntima, la fuerza con que la ejercen y los elementos
que los constituyen; la Dinámica se ocupa de las fuerzas
que obran sobre los cuerpos y de las leyes del movimiento;
la Geometría enseña á conocer y medir la cantidad dimen-
sional ; la Geolojfo trata de la forma interior y estertor
del globo terrestre, de los materiales que lo componen y
del modo como ellos han sido colocados en su actual posi-
ción ; la Astronomía se ocupa de los cuerpos celestes, in-
vestiga su posición y magnitud é inquiere sus relaciones
con nuestro planeta. Todas estas ciencias determinan
principios sobre los cuales se basa el arte para hacer efec-
tivas sus conquistas y dominarla má^éria.
Es pues, la adquisición de la riqueza un hecho fatal á
que está mas bien que invitada, condenada la sociedad
desde su primer dia de existencia; A ménos de negarse
á vivir no puede el hombre negarse á adquirir la ri-
queza que le es necesária para satisfacer laa exyencias
de su naturaleza própia, y si bien se observa que algu-
nos hombres mueren de hambre por su voluntad, ó se
suicidan por no soportar las solicitaciones con que el
entretenimiento de la existencia se hace sensible, es lo
cierto que procede adí el menor número, en tanto que la
mayoría opta por la vida i pesar de todos sus inconve.
nientes. Vivir, conservarse, progresar, es el rasgo carac-
terístico de la sociedad, el sentimiento mas fuetle que
predomina en ella, la pasión mas vigorosamente desar-
rollada de su organismo; pasión por la cual todo lo sa-
crifica, incluso el reposo que tanto halaga sus instintos.
Aún cuando todas las rely iones y casi todas las escue-
las filosóficas hagan de este mundo un lugar de tránsito
para el sér racional, el hombre creyéndolo también no
puede vencer sus instintos de conservación y de pro-
greso, y la sociedad como si tuviera conciencia de un
vivir eterno, se aprovecha de esos instintos para arrai-
garlos cada dia más en el espíritu humano. Hoy como
ayer, mafiana como hoy, mientras el corazón de un solo
hombre lata sobre 1& tierra, la adquisición de riquezas
será la ley suprema de la conservación de la vida.
IV
Nuestro trabsgo deesposicion ha concluido. Creemos
haber demostrado á la luz de las enseñanzas de la Econo-
mía política y déla Historia.* que la concepción instintiva
de la riqueza ha dado una dirección superior y ordenada
á los esfuerzos de la humanidad, raiéntras qué sil concep-
ción científica ha influenciado Ja marcha de los gobiernos
dirijiciidola hacia el seüderp por donde el progreso huma-
no desarrolla sus múltiples elementos de poder- En esta
descripción á grandes rasgos con que hemos' -enumerado
los hechos capitales del pasado, se puede juzgnr de su im-
pulso sobre el presente y de las victórias que merced a
tantos esfuerzos se diseñan ya en los horizontes del porve-
nir. La humanidad parece haberse encarrilado en una
senda de la cual no es dable presumir que se separe: en to-
das partes se escucha el rumor de los grandes progresos,
y hasta en los pueblos mas apartados de nuestra aotfrid^d
civilizadora, el gobierno regulaT sustituye á la ttíbitfyél
obrero civilizado sucede al esclavo. Preparémonos é solenr
uizar esta victoria que pertenece por entero & la clase-
média, y sepamos sacar de ella las provechosas lecciones
con que instruye á la inesperiéncia de los pueblos nuevost
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El símbolo que ha de guiar á las nacionalidades al través
de las vicisitudes que deben concurrir á su pleno desar-
rollo, se eleva triunfante yé sobre todas las preocupacio-
nes: la libertad de la industria y la dignificación del tra-
bajo del hombre, es la nueva bandera con que las genera-
ciones del presente prepáran un ancho campo á las gene-
raciones del futuro. La corona del triunfo definitivo
pertenece á los que vayan mas léjos en ese camino ¿ nó
vale la pena acaso, que intentemos adelantarnos para lle-
gar de los primeros ? Tenemos todas las ventajas en nues-
tro favor : somos un pueblo nuevo, sin tradiciones de
grande importancia que vencer y si elementos reaccio-
nários que nos diputen el camino ¿ por qué no hemos de
osar, lo que nadie podrá resistir ? ,
La sociedad uruguaya no ha complementado su orga-
nización, porque carece de un elemento intermediario
que la constituya sólidamente: miéntras no exista entre
nosotros una clase-média, han de ser inútiles todos los
esfuerzos que se hagan para conquistar la libertad políti-
ca, cuya base mas segura es la estabilidad regular de los
gobiernos y el progreso ordenado de los partidos. Si nues-
tra existencia es dificultosa, se debe á que hemos inver-
tido el orden que preside á los adelantamientos huma-
nos: dando demasiada espansion al alma hemos descui-
dado las necesidades del cuerpo, ó lo que es lo mismo,
hemos fabricado un hermoso conjunto de instituciones
con el fin de cobijará una multitud de individuos que
no estaba apta todavía para comprenderlas, y hemos con-
fiado en la acción aislada de las leyes para remediarlo
todo. El ejercicio de la libertad política requiere largas
pruebas que nosotros no habíamos ensayado cuando nos
lanzamos á practicarlo. Toda solución de gobierno ne-
cesita basarse en las convicciones de lorf gobernados tintes
que en la fuerza, porque las convicciones aseguran la
victoria tranquila de lo que se conquista, miéntras que
la fuerza humilla al conjunto y engendra odiosidades de
detalle que suelen ser fatales á los pueblos. Es esto exac-
tamente lo que nos ha sucedido: quisimos aprisionar una
sociedad embrionaria cutre el rodaje de una máquina
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complicada, y hemos visto a cada instante que la má-
quina se entorpecía á vueltas de los obstáculos inespe-
rados que han dificultado el libre juego de todas sus pie-
zas. Pero ya que no podemos retroceder, porque todo
retroceso supone una declaración de ineptitud, dediqué-
monos a asimilar estos elementos tan heterogéneos de
nuestra sociedad desorganizada, con el espíritu de nues-
tras instituciones democráticas y civilizadoras. Para sus-
tituir el reinado de la fuerza con el reinado del derecho
necesitamos crear las convicciones que eviten las vio-
lencias: miéntras no exista la fé republicana hija de
una convicción profunda, hermanando los designios de
los gobernantes con la voluntad de loe gobernados, nues-
tra vida será una lucha permanente entre el poder pú-
blico que impone sus mandatos, y la sociedad que los
rechaza con ódio.
Los intereses materiales, fundamento en que reposa
la existencia de la humanidad, requieren de nuestra par-
te una atención mas seria de la que hasta hoy se les
ha prestado: no debemos olvidar que á fin de que el
alma conserve la plenitud de sus poténcias, el cuerpo
necesita estár sano y preservado de la escasez. Hay una
clase social que sabe por esperiéncia estas cosas, por-
que ella se ha elevado hasta el pináculo de la fortuna
á fuerza de perseverancia, de moralidad y de ahorro,
pero desgraciadamente nuestra vida tumultuosa ha im-
pedido que esa clase social se forme entre nosotros. La
ocasión sin embargo, no deja de ser propicia para co-
menzar la propaganda en favor del ejército industrial,
cuyas victórias proporcionan sólidas y bendecidas con-
quistas á los pueblos. Todas las garantías que estimulen
el trabajo, todos los incentivos que impulsen la pro-
ducción de las riquezas, deben ponerse en juego para
favorecer la complementacion de nuestro órden social
embrionario. Un camino que se trace, una agrupación
de trabajadores que se radique en un paraje cualquiera,
una empresa industrial que se inicie en la vida práctica,
una máquina que se invente ó se introduzca, son triun-
fos mas gloriosos que los reñidos y sangrientos alcanza-
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dos por las armas, y en los cuales siempre el vencedor
es hermano del vencido. Aquellos que deseen de buena
fé— y son todos los orientales— la felicidad de la Patria
común, es justo que vuelvan sobre sus errores é incli-
nen el ánimo público por medio de un grande esfuerzo,
á la persecución de ideales mas positivos, mas salada-
bles y mas proficuos que los que hasta hoy se han bus-
cado. No son las leyes escritas las que constituyen el
establecimiento sólido de la libertad y de la paz: son
las convicciones de los ciudadanos, su prudéncia, su dig-
nidad, su justicia lo que hace que á favor ó A despecho
de las leyes, la libertad y la paz reinen en los pueblos
juiciosos. La libertad no se decreta: se concibe, se ama
y se ejercita cuando uno es digno de hacerlo; porque
las leyes, ó son el conjunto de Jas aspiraciones sociales
consagradas en preceptos, y entónces todos las acatan;
ó no representan esas * aspiraciones, y entóuces nadie
se crée en el deber de obedecerlas, hasta que por sí
mismas mueren en el desprecio público.
Un esfuerzo hábilmente diry ido, puede encaminarnos
todavía á la conquista de épocas venturosas. En la grande
evolución política que se ha verificado desde el dia de
nuestra independéncia hasta hoy, todbs los partidos han
podido comparecer a la escena posesionándose del mando
ásu turno: el papel que han jugado ha sido enteramente
político, y el credo que han afirmado sostener ha sido Ü9r
dicalmente republicano. La opinión pues, se ha mostrado
uniforme en la profesión de la doctrina y en el acatamien-
to del precepto, pero la base tangible á la cual debe vin-
cularse la idea, no se ha cuidado de establecer. Hemos
sido teóricos sagaces^ idealistas brillantes, pero muy le-
jos estamos de habernos mostrado hombres prácticos en
los detalles de la vida. Asi se vé que los sucesos se han
encargado de dar el mas solemne mentís a las previsiones
de nuestros hombres : partidos autoritarios que predica-
ron largos años desde el poder la condenación de las re-
beliones armadas, se han lanzado un dia cualquiera á la
rebelión, para recuperar el poder perdido : partidos de
principios que habían fundado su credo en el acatamien-
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to á la voluntad de las mayorías, se insubordinaron contra
esa voluntad cuando no les invistió del mando, y deseen*
dieron al campo de la revuelta poniéndose al nivel de los
ajitadores vulgares. ¿Qué quiere decir todo esto? que el
ejercicio tranquilo déla libertad no ha sido comprendido
ni en la fortaleza de espíritu que requiere para los hom-
bres que han de gozarlo, ni en la paciente constáncia que
pide á los partidos cuyo obgetivo es la posesión del poder,
no para eternizarse en él inútilmente, sinó para verificar
las reformas que la época solicita. Es un hecho positivo
que cuando las agrupaciones políticas carecen de elemen-
tos para estar al alcance del "movimiento social á fin de
guiarlo, ó á fin de seguir sus impulsos, todo esfuerzo que
hagan para conquistar el poder es contraproducente. No
insistan pues en semejante aberración, los partidos que
no se sientan capaces de traer nuevos gltmen tos* de pro-
greso al taller de la elaboración social.
Si queremos entrar resueltamente en ef camino de la
reorganización, hagamos cuestión de gobierno el pro-
greso material del país, que es el mas sólido funda-
mento de su progreso político y de su liberad. Estimule-
mos la producción de la riqueza. dignifiquemo»el trabajo,
é intentemos sériamen te la reunión de tantos elementos
dispersos para formar uqa clase-média que modifique la
exaltación de los partidos y demarque el recto sendero
por donde se encamine la marcha de la Nación. * La pri-
mera de todas las libertades es la independéncia perso-
nal : cuando un pueblo la hft conseguido para la mayoría
de sus individuos, las instituciones que rijen el órden po-
lítico tienen «que ser tan libres como los hombres inde-
pendientes a quienes ellas intentarán subordinar á su
arción. En todas partes donde el trabajo y el ahorro for-
man la Jbase de las costumbres públicas, se encuentra
siempre un pueblo libre, mientras que los pueblos escla-
vos son aquellos donde el parasitismo, la holgazanería, la
ociosidad, va engendrando todos los vicios y preparando
todas las tirauías ; desde la tiranía de la mendicidad cor-
rompida que solicita un pan sin darse la pena de intentar
ganarlo, hasta la tiranía de los gobiernos que á cámbio de
ese pan se imponen por el hambre. Temblemos por nues-
tra democrácia, si las costumbres de ociosidad á que des-
graciadamente sesien te tan inclinada una parte del pueblo,
llegan á cundir entre las clases que trabajan dificultosa-
mente, y que á veces desesperan de un porvenir tranqui-
lo! Temblemos por nuestra organización republicana, y
hasta por los vínculos nacionales quecos unen, si la edu-
cación tradicional de las profesiones liberales, haciendo
cada dia mayor camino, llega al fin á decretar el menos-
préciodel trabajo humilde que ¿tica sus productos de la
tierra ó ennegrécelas manos de los hombres en el manejo
de una máquina !
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